De viuda a puta insaciable
( Relatos Heterosexuales )


A continuación presento esta historia como una forma de desahogo, ahora que tengo 55 años de edad, tomando en cuenta que la belleza se acaba y más cuando la vida ha empezado demasiado tarde.

Mi nombre es Sofia, me casé a los 18 años con una persona muy conservadora, que me hacia casi feliz en la cama, pero una o dos veces al mes aún de recién casados, nunca tuvimos excesos sexuales, nunca fuimos infidelidades en esos 25 años de matrimonio. Hasta que la muerte nos separó.   Jorge murió heredándome el negocio de una finca de cultivo de tabaco.
A los 43 años me quedé viuda, en ese entonces todavía tenia un cuerpo atractivo para los hombres, voluptuoso, grandes senos macizos, y un par de nalgas duras de buen tamaño sin que sean exageradas, paraditas, sin celulitis, cuerpo curvilineo, tez trigueña. Sin embargo durante el tiempo de casada, mi esposo me obligaba usar vestidos largos hasta las pantorillas.   Tengo dos hijas de 25 y 21 años, las cuales tenían poco tiempo de estar casadas, es decir me quedé completamente sola en casa.

El cambio de mi vida sexual inició apenas a los 9 días de haber enterrado a mi esposo. Estaba de regreso de un servicio por los nueve días de su fallecimiento, acompañada de mi compadre Juan quien conducía el auto, yo vestía de luto con mis tradicionales vestidos largos. Cuando de repente el maldito de mi compadre ingresa a un motel de esos que utilizan las parejas para fornicar, entra al parqueo cerrado de la habitación que tienen puertas metálicas corredizas.   Cuando estuvimos adentro, yo le exigí que me explicara su actitud, el muy desgraciado me dijo que me iba a quitar la tristeza y que siempre me había deseado y que ahora que su compadre estaba muerto no era pecado.   Yo me negué a bajarme del auto y le armé un relajo. El me calmó y se disculpó, luego me dijo que si podia le hiciera un favor, - Esta bien, qué quieres?- le contesté, se bajó la cremallera del pantalón y sacó una enorme verga erecta, -Comadrita, siquiera quíteme la erección que tengo-, no se que hacer con ella-,   -Y como quieres que te la quite? Le pregunté.    –Chúpamela por favor!-.   

Contra mi voluntad, empecé a mamarle la verga al compadre Juan, yo ya sabia como se hacia, porque algunas veces me lo pedía mi finado marido.   El compadre Juan se retorcía en el asiento cuando le pasaba la lengua a su tronco y sus cojones, luego me sujetó la cabeza y comenzó a bombearme su pene dentro de la boca como si fuera una vagina. Luego de varios minutos, el desgraciado se vino sin avisar y me retuvo en esa posición para que me tragara su venida; aún pude escupir alguna parte de su leche, pero una buena parte tuve que tomarla para no ahogarme.   Salimos del motel, llegamos a mi casa, me bajé y di un portazo al salir.   De luto, y ya había mamado una verga.   

Esa experiencia cambio mi vida. A pesar que fue una cabronada de mi compadre, debo confesar que me excité como nunca, cuando llegue a mi habitación mi calzón estaba empapado. Analicé mi vida sexual, y mi saldo fue negativo. Tenía pocos años para poder balancear un poco ese saldo actual. Entonces esperé al menos seis meses por el luto y luego me fui de cacería.

Al primero que seduje fue al caporal de la finca de tabaco de mi marido. Era un tipo de unos 35 años, de estructura fuerte, moreno, y se andaba un paquete atractivo que lucía con sus jeans bastante apretados. Lo invité a cenar con el pretexto que revisaríamos algunas cuentas y producciones futuras. Me preparé para recibirlo vistiendo una supermini negra que había comprado en una boutique y un blusa floja sin colocarme top, ya que mis tetas aún eran duras y rígidas.    Mario, así se llamaba el caporal, llegó puntual y se quedó con la boca abierta cuando me vio al abrirle la puerta. Me recorrió todo el cuerpo con su vista, me fui delante de él cuando caminamos hacia el comedor, para que pudiera apreciar mi cuerpo y el trasero, yo sabia que me estaba viendo fijamente.   Durante la cena casi ni habló, solamente contestaba mis preguntas. De allí lo invité a ir al estudio, en donde existe una mesa de billar, me dijo que le gustaba jugar, lo cual aproveché para invitarlo a jugar una partida, yo no era buena jugadora, pero con ello se podía perder un poco la tensión entre ambos.

Cuando me tocaba mi turno, me agachaba con él a mis espaldas, para que pudiera ver mis muslos y mis grandes nalgas duras y la tanguita que apenas tapaba mi ano y mi rajita.   El se ponía nervioso y caliente cuando le mostraba mis encantos. Después de varios intentos, cuando quise hacer uno de los tiros, le pedí ayuda, él me abrazó y me colocó su paquete erecto en mis nalgas, ejecuté el tiro, pero Mario ya no se movió de mis nalgas. Nos quedamos un rato así, después, las comenzó a sobar con mucha lujuria, las apretujó con sus manos. Luego se agachó a besarlas una por una lentamente, aprovechando que estaba agachada, de besarlas las inició a chupar con sus labios, bajó poco a poco a mi tanguita, la hizo a un lado, dejándome descubierto mi culito y mi rajita que a esas alturas estaba mojadita. Me lamió con furia mi arrugadito ano, su lengua se movía como pretendiendo penetrar mi culito cerrado. A continuación él siguió a mi vagina, lamió mis labios vaginales y los chupó y jaló con sus labios, esto me sacó un espasmo que estremeció mi cuerpo, emití una serie de gemidos en serie que nunca había tenido con mi marido, -el tipo prácticamente se estaba comiendo mi rajita!-.
Yo quería que esto no finalizara, tuve un orgasmo tras otro, mientras me chupaba todo mi trasero.
Luego se desprendió de mi y me volteó hacia él, me besó ardientemente, su boca y su lengua tenían el sabor a mi vagina. Me sentó en la mesa de billar y me quitó la blusa, mis tetas entraron en acción, las mamó una a una, succionando mis pezones suavemente al inicio y con presión de sus labios. Al cabo de unos minutos me acostó sobre la mesa, dejando mi trasero en la orilla, nuevamente se dirigió a mi rajita y la devoró con ansias. Era evidente que a Mario le encantaba el sexo oral y lo hacia como un maestro. La punta de su lengua me penetró la vagina, ocasionando que emitiera un nuevo gemido de placer.
–Métemela papi, métemela ya!- le pedí entre jadeos.   Pero Mario seguía comiéndose mi bollito. Mi vagina seguía eyaculando internamente sus jugos agridulces.
Se incorporó. –Qué rica esta jefa!- -Qué rica vagina tiene!- me dijo antes de poner mis piernas en sus hombros y de colocar su verga parada entre mis labios vaginales y empujarla lentamente hacia el interior. Su polla estaba dura y caliente, abrió mis paredes vaginales lo cual nadie había hecho en seis meses. Cerré los ojos gozando el momento, sentí como recorrió toda mi gruta hasta detenerse en su fondo. Luego bombeo su verga adentro y afuera de mi. Cada embestida me volvía loca de éxtasis, me llenaba completamente su gran polla. No me acordaba de la última cogida de mi esposo que me haya puesto igual de excitada.

De vez en cuando Mario se desprendía de mi vagina y me daba unos chupetazos en el clítoris, y después introducía hasta la mitad de su lengua, aprovechando la dilatación de mi gruta y su excesiva lubricación.   Mi vagina estaba tan sensible que está chupada me hizo derramarme nuevamente, gemí como una puta barata y contorsioné mi espalda para indicarle a Mario que la estaba gozando como nunca.   Mi venida fue brutal, le llene con mi eyaculación los labios y lengua, él se lo bebió todo!.

Inmediatamente se incorporó y me volvió a ensartar su gruesa verga, siguió envistiendo con un ritmo salvaje, creí me quería desarmar el coño. La fricción era avasalladora, su mete-saca era devastador y profundo, le clave las uñas en sus costados, anunciando otro orgasmo. Yo estaba desfallecida, ningún hombre me había llevado a esos límites.

Mario no había acabado todavía. Con sus manos me bajó las piernas de sus hombros y me las flexionó hasta casi tocar mis pechos con las rodillas, me sujetó y su boca se dirigió ahora a mi agujerito del culo, lo lamió de arriba a abajo y en pequeños círculos alrededor de mi esfínter. La sensación era única. Sabia lo que se proponía pera ya no tenía la menor fuerza para oponerme, además se lo merecía.

La cabeza de su verga abrió con fuerza las paredes de mi culito por primera vez en mi vida. Mi esposo nunca fue partidario del sexo anal, es más nunca me lo llegó siquiera a tocar.   Lentamente haciendo pausas, Mario me fue penetrando. En ocasiones sacaba su polla para volver a meterla amoldando de esta manera mi virgen orificio. Cada vez que me la volvía a meter la introducía un poco más que la anterior, hasta que después de mucho esfuerzo su verga quedó completamente clavada en mi recto. Mario se quedó un rato quieto, como reponiendo fuerzas para seguirme cogiendo el culito y para contemplar su obra de desfloramiento. Yo por mi parte, sentía un poco de dolor en el recto, que fue aliviándose poco a poco, me dolía pero no quería que me la sacara, quería experimentar por primera vez el sexo anal.
Con el correr de los minutos, la sensación fue cambiando, sobre todo cuando Mario me empezó a bombear su polla dentro de mi recto, el efecto del roce de su verga con la parte interior de mi esfínter fue siendo excitante y deliciosa, me imagino que esto mismo sienten los gays en sus relaciones homosexuales.
Después de algunos minutos ensartada por atrás, empecé a gemir como cuando Mario me lo hacía por la vagina.   Mi culo resultó ser bastante estrecho ya que Mario se estaba excitando rápidamente, en unos minutos más emitió un grito impresionante que fácilmente fue escuchado en toda la finca.   Su polla escupió una gran cantidad de semen que fue tragada por mis intestinos, su verga palpitaba dentro de mi interior. A continuación sacó su largo miembro de mi cola y el semen salió de mi ano cayendo en la mesa y en el suelo.

Mario se sentó en una silla a descansar. Yo me quedé acostada en la mesa de billar desnuda y satisfecha.   Se vistió, se despidió y se fue de regreso a la ranchería.

La experiencia con Mario fue maravillosa. La semana siguiente, cité ahora al segundo caporal Beto, mayor en edad que Mario, con un poco más de horas de vuelo, tuvimos sexo en la sala, sí el sexo oral con el primer caporal habia sido fantástico, con Beto fue memorable, me vine al menos dos veces en su boca, luego me llevó a mi habitación para cogerme, su enorme verga me hizo ver estrellas, sus movimientos de cintura, llenos de experiencia, me hicieron vibrar en la cama. Al igual que Mario, me penetró por culo, fue tan exquisita su culiada que me hizo venir, era la primera vez que tenia un orgasmo causado por penetración en el recto. Finalmente me hizo mamarle su verga hasta hacerlo terminar y me pidió que me tomara toda su leche. Asi lo hice.

Por varios meses los caporales de la finca fueron mis amantes, los que me quitaban y controlaban el fuego del deseo.

Para las vacaciones, mis hijas y sus esposos decidieron ir a una isla caribeña y me invitaron. Aquí sigue mi historia.
En la primera noche, comimos mariscos y bebimos ron, cuando todos se fueron a dormir, aproveché a zambullirme en la piscina del chalet que alquilamos, el agua era tibia, deliciosa y muy relajante, decidí quitarme el bikini y quedarme desnuda, total a esa hora no había un alma. Estuve en la parte baja de la piscina nadando y flotando en el agua. De repente volteo a ver y a una orilla de la piscina recostado en el piso, se encontraba Roberto, el esposo de mi hija menor, él es muy atractivo y tiene cuerpo atlético por practicar karate.   En esa parte de la piscina el agua me llegaba a la cintura, por lo que mi primer instinto fue taparme los senos, el seguía contemplándome a la luz de la luna, no se cuanto tiempo llevaba alli.
-Perdón suegrita, pero no pude aguantarme las ganas de observarla- -no se avergüence, tiene un cuerpo precioso!-.   No sabía si insultarlo por lo sinvergüenza o agradecerle por el cumplido.   Pero no cabe duda que los roncitos que nos tomamos me subieron a la cabeza y lo invité a acompañarme.
-Roberto, acompáñame aquí adentro!-
-No traigo bañador- me contestó
-Yo tampoco!- añadí

Se desvistió a la orilla de la piscina, quedó desnudo, Roberto tiene pelo en pecho, y su paquete tiene un tamaño respetable según observé.   Sé lanzó y en segundos estaba conmigo, platicamos de cualquier cosa, pero él no dejaba de observar mis tetas y mis nalgas. El calor de la noche y la excitación de estar los dos desnudos a esa hora de la noche cobró factura.   Nos dimos un beso muy húmedo, rápidamente sus labios buscaron mis tetas, las mamaron primero con delicadez y luego con furia; tomaba mis pezones entre sus dientes y los apretaba sin morderlos, yo por mi parte busque su polla, la cual estaba como asta de bandera, bien parada y dispuesta. Le acaricie y apreté su tronco. Roberto continuaba chupándome los senos.

Luego, le pedí que se sentara en la orilla de la piscina, lo hizo, le tomé la verga y le empecé a darle una buena mamada, para ese momento yo estaba tan excitada que mis chupones casi le arrancaban el miembro.   Roberto cerraba los ojos para disfrutar la felación. Le lamí y le succioné sus bolas.   –Qué rico me la mamas suegrita!, ahh-, era lo poco que alcanzaba a decir. Asi estuvimos varios minutos hasta que un río de esperma me inundó la boca, acompañado de un gemido que evidenciaba su satisfacción.

-Ahora me toca a mi suegrita- me dijo luego de reestablecerse. Me pidió salir de la piscina y colocarme boca arriba sobre unas toallas, se colocó entre mis piernas, no sin antes decirme que era una mujer muy bella y que tenía un cuerpo para chuparse los dedos.   Después hundió la cara en mi coñito, mamándolo y lamiéndolo en todos lados, poniéndole énfasis en mi clítoris.   Varias veces también, descendió a mi culito, chupándolo con frenesí.   No tarde en venirme, cuando lo hice su lengua me penetró la gruta para degustarlo.

-Cógeme ya Roberto!- le pedí, estaba muy excitada y quería sentirlo dentro de mi.
Se fue sobre mi y me la ensartó de dos empujones, con el primero me penetró con su glande y con el segundo colocó su verga hasta el fondo, sus cojones quedaron colgando pegado a mis nalgas. Me follaba salvajemente, que me arrancaba largos gemidos de placer. Mientras me montaba, su boca no dejaba de devorar mis tetas, luego subió en busca de mis labios,   su vaivén tenía un ritmo acelerado. – Qué rico me estas cogiendo!- le decía extasiada.   Su verga entraba y se acomodaba hasta el fondo de mi vagina. Con mis piernas le rodeaba la cintura para sus pistoneos fueran aún más profundos, quería que mi coño se tragara completamente todo ese hermoso pedazo de carne. Entre gemidos y jadeos de ambos alcance un orgasmo salvaje, le mordí el hombro mientras mis jugos vaginales brotaban de mi interior. Fue increíble!, sentí desfallecer en ese instante. A los pocos minutos le tocó a él su turno, su venida fue exagerada, su esperma no dejaba de salir de su verga y todo lo depositaba en el interior de mi vagina.
Sin perder tiempo me volteo y quedé en cuatro.    –Tu bollo estaba buenísimo, ahora quiero probar tu culo!- me dijo. Me quedé quieta esperando su rica polla, sin embargo decidió darme otra ración de besos y lenguetazos en mis nalgas, pasando por mi orificio arrugadito y terminando en mi dilatada vagina. Yo movía mi trasero indicándole que me gustaba el tratamiento.
Unos minutos más tarde, su glande se deslizaba entre mi esfínter, su verga era casi del mismo grueso que mis caporales, por lo que no hubo mayor oposición por parte de mi culito en aceptar su rica polla. Cuando la tuvo toda adentro, comenzó sus rítmicos movimientos de cintura, mientras sus manos acariciaban, apretujaban y hasta golpeaban mis nalgas. La sensación se volvió deliciosa al cabo de unos minutos, sentir su enorme verga moviéndose adentro de mis intestinos me llevó nuevamente al cielo, tuve un orgasmo bestial nuevamente a través del sexo anal. Quería que me partiera en dos con su enorme polla!.   Siguió culiandome rico un buen tiempo, cuando creía que iba a llegar al clímax se detenía para acariciar mi trasero, para tocarme los senos o para besarme la espalda, el no quería terminar rápido esta sesión de sexo anal, obviamente le parecía rico seguir follando mi trasero. Yo estaba excitada y feliz por eso, ya que mi edad no era la de una jovencita.

De repente Roberto aumento el ritmo de la culiada y gimió fuertemente, su verga empezó a palpitar dentro de mí, y en cada palpitación emitía un chorro caliente de esperma espeso que llenó mi recto. Siguió moviéndose un rato dentro de mí hasta que sacó la última gota. Nos acostamos en la toalla desnudos como estábamos y nos besamos por unos momentos.    Se despidió de mi, diciéndome que esto lo teníamos que repetir. Yo asentí con una sonrisa picara.

Al otro día, mientras todos degustaban de la piscina por la tarde, nos dimos otro agasajo con Roberto en mi habitación.
El último día de vacaciones, como suele suceder, era día de shoping, yo me disculpé que no iría con la excusa que tenía una jaqueca, lo hice porque Roberto me había dicho que me quedara, que me tenía una sorpresa. Al shoping solo habían ido mis dos hijas.

Yo esperaba a Roberto con una lencería especial para nuestro encuentro del último día de vacaciones, el top apenas cubría mis pezones con una lasita, y mi braga era un hilo dental que se metía entre mis nalgas cubriendo apenas el ojito de mi culo.   Pero al final la sorprendida fui yo, cuando abri la puerta pude observar a mi querido Roberto y a su lado estaba Alan! (el esposo de mi hija mayor), quien siempre me había parecido una persona muy seria y correcta. Luego más adelante me confesaría que siempre me había deseado y que ha tenido anteriormente fantasías sexuales conmigo.
Esa mañana del último día fue la primera vez que cogi con dos hombres al mismo tiempo, la primera vez que mamé dos vergas erectas y sobre todo que me follaron al mismo tiempo la vagina y el culito, fue muy excitante tener dos vergas en el interior y dos hombres moviéndose como locos, gimiendo y jadeando como perros hambrientos. Se turnaban para penetrarme mis tres orificios (boca, vagina y ano), se vinieron tres veces cada uno y todavía hubieran seguido si no es por el tiempo limitado. Fueron dos horas y media de placer sexual.

No quiero cansarlos en la lectura, pero mis yernos fueron mis otros dos amantes secretos; a partir de las vacaciones me visitaban conjuntamente con mis hijas mucho más seguido que antes, mis hijas me decían que sus esposos me apreciaban bastante y le encantaba compartir conmigo sus fines de semana. ¡como no iban a estar encantados si mi vagina los recibía mojadita y calientita!.

Muchos pensaran que soy una puta. Talvez lo soy, pero, nunca le fui infiel a mi marido para empezar, y lo que él no me pudo brindar en la cama lo conseguí por otros lados ya estando sola, ahora vivo una sexualidad diferente. Tengo 55 años, ya el tiempo ha hecho estragos en mi cuerpo, ahora me cuesta trabajo encontrar quien me satisfaga en la cama sin interés, lastimosamente el cuerpo envejece, pero el espíritu permanece intacto.




Escriba aquí su comentario sobre el relato:

Opps! Debes iniciar sesión para hacer comentarios.

Detalles



Nombre do Relato


Codigo do Relato
1384

Categoria
Heterosexuales

Fecha Envio


Votos
0

Relatos enviados por el mismo usuario