Ensayo Sobre La Inhumanidad (Septima Parte)
( Relatos Heterosexuales )


Y así, con lagrimas en los ojos y su hermana muriendo en vida de tanta culpa, Lorena no encuentra mayor solución a su asfixia que tragar mis fluidos. Semen y esperma entran directo a digerirse en la infancia, muerta ya, de Lorena.

- Ni siquiera tiene once años - dice entrecortadamente Graciela - tiene diez apenas - concluye, como apurada pues cada vez que habla parecen activarse las lagrimas, entonces sigue llorando. Entiendo pues que el ultimo recurso que Graciela tenia para que yo perdonara a Lorena de su destino solo mejora mi situación, entre menos años mejor para ser sincero, y creo ademas que Lorena con su físico esta mas que preparada.

Graciela sigue llorando, miro a Lorena y la miro mas niña que nunca, esta ya tranquila, se ha tragado ya todo el semen y respira con mas calma, aunque con dificultad pues mi pene aun invade su boca y mi mano sigue empujando su nuca, alza la mirada y me ve, pero inmediatamente desvía los ojos.

- Limpialo - le digo a Graciela, entonces libero a Lorena quien tose como enferma y mi pene ahora apunta a la hermana mayor, ella esta mas tranquila, no por que se sienta mejor sino por que la producción de llanto tiene sus limites físicos.

Ella, que comprende fácilmente el termino "limpiar" comienza a lamer mi pene, cada rastro de fluido es limpiado con su lengua, muy suave por cierto y con un relieve tal que parece haber sido creado para esto.

Entonces termina y la separo con un leve empujón, entonces, me pongo un poco mas cómodo y jalo a la menor hacia mi, la abrazo de manera que sus pechos diminutos calientan los míos y su cara se encuentra frente a mi cuello, mis manos por su parte se posan sobre sus nalgas de niña caminante y comienzan a juguetear mis dedos buscando entrar en alguno de sus orificios, su pequeño anito es indescriptible, hermoso y único en su tipo, no recuerdo uno igual, por su parte, los labios de su vagina están un tanto húmedos, prueba de que de algo sirvió cuando le pedí que se masajeara un poco, son suaves y demasiados tiernos incluso para mi memoria y me doy cuenta entonces que las dos horas que me quedan de estar con ella las aprovechare como si fueran las ultimas de mi vida.

Entonces, comienzo a bajar poco a poco el shortcito café, de una vez comienzo a bajar tambien el calzoncito rosa de niña, para acelerar las cosas como si ambas prendas fueran solo una. Le ordeno a Graciela que me ayude a desvestir a su linda hermana y ella obedece con despecho, entonces miro las nalgas desnudas de Lorena y contemplo entonces la palidez de un culo blanqueado de inexperiencia y pureza.

Volteo rápidamente a Lorena, sin mirarla a la cara siquiera y mis labios comienzan a rociar cada centímetro de nalga infantil y mis dientes muerden pedazos de carne con una fuerza que fácilmente se confundiría con amor, después, cuando descubro de cerca el ano, intacto de pecado, mi lengua tira a perderse en cada arruga, blancas aun mas que el resto del cuerpo.

Tras varios minutos de asfixiarme entre sus carnes mi pene parece pedir piedad ante tanta espera, entonces, ya sin tener poder alguno de detenerme comienzo a tocar con desesperación la vagina ya un poco húmeda de tanto sentir y logro fácilmente lubricarla sin necesidad de que nada extraño entrara en ella, entonces, como si tuviera un poco de responsabilidad en una vida llena de desvarios pregunto algo un tanto absurdo como necesario, y lo hago a la hermana mayor que parece rendida a su locura de errores.


- ¿Ya menstrua?

Entonces, Graciela parece pensarlo pero, como perdida, da la peor de las respuestas:

- No.

Entonces, sin mas ni mas me pongo rápidamente en posición y clavo mi pene de manera imposible, casi mágica, en la vagina virgen de Lorena, nisiquiera lo hago lentamente, lo hago de un fuerte y único empujón que le despide del mundo de la virginidad en menos de un segundo. La espalda de Lorena se curva violentamente, y lanza un grito desgarrador.

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NOTA: El relato es totalmente ficticio.

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Codigo do Relato
1469

Categoria
Heterosexuales

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