Romina
( Relatos Heterosexuales )


Romina era mi mejor amiga aunque no la más antigua, nos conocimos en el ingreso de la Facultad y desde entonces fuimos inseparables. Teníamos muchas cosas en común, familias parecidas, ella un hermano y yo una hermana y ambas éramos las menores, gustos parecidos en música, literatura y cine y estudiábamos juntas porque habíamos descubierto que nos complementábamos perfectamente, ella era metódica y prolija y yo mas dedicada a investigar y confrontar ideas, hacíamos un gran equipo.
Con el tiempo nuestra amistad fue creciendo fuera del ámbito universitario y comenzamos a compartir salidas y, más tarde, nuestros novios se transformaron también en amigos, lo pasábamos muy bien los cuatro juntos, hasta que un día Romina cambió.
Repentinamente perdió esa sonrisa fácil que siempre la acompañaba y cayó en un extraño mutismo que me llamó inmediatamente la atención “Romi… ¿Te pasa algo?” Pregunté. Y luego de algunas evasivas respondió: “Estoy mal con Gustavo” Fue como un baldazo de agua fría, siempre se habían llevado tan bien que no imaginé nunca que podrían llegar a tener problemas. “¿Qué pasa Romi?” “Algo se quebró entre nosotros, las cosas no son como antes, ya no lo deseo… Hace dos meses que no puedo tener un orgasmo cuando hacemos el amor y él se pone como loco y se cree que hay otro chico, pero no hay ninguno, te juro Ana” Me quedé sin palabras y no supe que decirle más que estarían pasando un mal momento que todo mejoraría en breve, pero ni yo misma creía en lo que decía.
La situación siguió igual durante toda esa semana y comencé a pensar que sentiría mucho que una pareja tan querida se separase e intenté un esfuerzo más: “Romi ¿No querés que hablemos? ¿Querés que hable con Gustavo y le explique que no hay nadie que te interese, que es sólo un mal momento…?” “No” Respondió lacónica y terminantemente. “Quiero hablar con vos, pero luego, ahora no” Acepté su respuesta y me quedé más preocupada aún, pero al día siguiente la madeja se comenzó a desenrollar.
Cuando salíamos de la Facultad y nos comenzábamos a despedir Romina sacó un sobre de su cartera y me lo entregó: “Es para vos, léelo luego, no ahora, cuando te vayas a acostar” Me sorprendí y quise preguntar de qué se trataba, pero ya se despedía de mí y me quedé parada con la carta en la mano. Esa noche al acostarme la leí.
“Querida Anna: Perdona que no haya tenido el valor de decirte esto personalmente, pero soy cobarde y tuve miedo de hablarte cara a cara. Los motivos de mi estado de ánimo también me sorprendieron a mí misma al descubrirlos y me costó mucho tiempo aceptarlos, aunque finalmente tuve que convencerme que eran auténticos e irreprimibles, lo que quiero decirte Ana es que te amo”
Fue como un mazazo en medio de la frente y las manos me temblaron y tragué saliva, me recompuse y continué leyendo: “Sí, te amo Ana y descubrirlo me asombró tanto como te debe estar asombrando a vos en éste momento. No soy lesbiana ni nunca tuve ningún tipo de dudas respecto a mi sexualidad, hasta que nos conocimos y empezamos a ser amigas cada vez más íntimas. Poco a poco empecé a sentir que te quería cada día más y ese cariño se fue haciendo intenso y un día me descubrí mirando tu boca en lugar de tus ojos mientras me hablabas y un escalofrío me recorrió, había comenzado a desearte…”
Sentí las palmas de las manos húmedas y que un ligero rubor me teñía el rostro, nunca una chica me había dicho que me deseaba, continué leyendo: “… Y ese deseo me turbó hasta que la confusión se impuso sobre todas mis convicciones y caí en un estado de incertidumbre que me inhibió sexualmente ante Gustavo y me hizo replantear todo aquello en lo que hasta ese momento creía parte de mis deseos. Así dejé de gozar del sexo porque cuando era besada yo sólo pensaba en tu boca y si él me tocaba yo deseaba que fuesen tus manos la que me recorriesen. Finalmente la situación estalló y Gustavo, justificadamente, comenzó a sospechar que lo engañaba y sí, lo engañaba en mi imaginación, lo engañaba contigo. Sé que seguramente esta confesión ponga punto final a nuestra amistad y que en este momento me odiarás por ofenderte de ésta terrible manera, pero quiero que sepas Ana que nada de lo que te estoy contando fue producto de un deseo espurio sino de un intenso y sincero amor que me acompañará el resto de mi vida. Adiós, te amo. Romina”
¡Chica tonta! Pensé ¿Cómo puedes suponer que podría odiarte? Me sentí conmovida y se me llenaron los ojos de lágrimas al pensar en lo mal que mi querida Romi se estaría sintiendo y tomé mi teléfono celular y la llamé. “Hola” Dijo con voz temblorosa y llena de miedo. “¿Estas enojada?” “No Romi, no estoy enojada, algo confundida, pero enojada no” “¿En serio?” Sonreí “Sí, en serio, dormí tranquila nena y mañana hablamos… Y otra cosa, nunca más vuelvas a pensar que me puedo enojar con vos, no comparto tu sentimiento, pero no soy retrógrada ni homofóbica, sos mi mejor amiga y te quiero con todo mi corazón y…” Escuché que se había puesto a llorar y sólo repetí: “No llores, por favor, no llores. Mañana hablamos y va a estar todo bien ya vas a ver. Dormí nena, dormí tranquila que no hay motivo ninguno para que te sientas mal”
Me lo prometió, pero la que no durmió demasiado bien fui yo. Me sentía inquieta, era la primera vez en mi vida en la que me veía en una situación equivoca. Nunca había tenido ningún tipo relación con otra chica en la que hubiese habido algún componente sexual y ahora la confesión de Romina me llenaba de inquietudes ¿Cómo sería besarla? ¿Y abrazarla? ¿Cómo hacen el amor las mujeres? De pronto me di cuenta que estaba extrañamente excitada.
Cuando al día siguiente nos encontramos Romina me miró con algo de temor, pero yo le sonreí y la abracé muy fuerte y mientras la balanceaba a un lado y a otro le pregunté: “¿Cómo pudiste pensar que podía enojarme con vos?” Y le di un sonoro beso en la mejilla y a Romi los ojos se llenaron de luces y respondiendo a mi abrazo respondió: “Sos divina Anna, sos divina y te quiero tanto, tanto…”
Nos sentamos en un banco en el patio de la Facultad y le tomé las manos al decirle: “Romi, no me importa saber por qué, sino saber que estás segura. Si has descubierto que tu verdadera sexualidad no es la que suponías, yo estoy dispuesta a apoyarte y ayudarte en todos los pasos que des en el futuro. Contá conmigo siempre, soy tu amiga y te quiero con todo mi corazón” Su respuesta fue: “No estoy segura de nada, lo único de lo que estoy segura es de lo que siento por vos, sé que te amo y te deseo, pero no siento ningún deseo por ninguna otra mujer” “Entonces tenemos que hablar y mucho. Vení esta noche a estudiar a casa y te quedás a dormir y hablaremos de todo lo que quieras ¿Te parece?” “Si” Dijo y su rostro se iluminó.
Mi madre se puso muy contenta con la idea de que Romina se quede a dormir en casa. Mi hermana está becada y estudia en una Universidad de EEUU y cada noche que mamá me saluda no deja de mirar la cama vacía en nuestra habitación, la extraña y que Romina ocupe la cama la alegró como recuperarla.
Durante la cena mis padres estuvieron muy obsequiosos con ella, es que es adorable y despierta en todo el mundo el deseo de mimarla, les correspondió con toda la dulzura de que es capaz y me sentí muy feliz de verla tan contenta. Luego de la cena fuimos a mi habitación a estudiar y lo hicimos verdaderamente durante dos horas, es que Romi es muy responsable y puede separar las situaciones personales de sus obligaciones o compromisos. Finalmente decidimos que era hora de descansar, darnos una ducha, acostarnos y hablar y poner en claro todas las dudas, que era lo que ambas queríamos. Nunca había visto a Romi preparada para dormir y verla con ese largo camisón casi hasta los tobillos, mangas largas y cuello redondo y completamente cerrado me conmovió, parecía una niñita y tuve ganas de abrazarla, pero me contuve para no ahondar las confusiones.
Me bañé y yo también me puse el camisón en el baño y, con las dos ya en nuestras camas, pregunté: “¿Apago la luz?” “Si” Respondió. Entonces me levanté y me acerqué a su cama “Correte” Dije “Con mi hermana siempre nos acostábamos juntas para hablar para que mamá no nos escuche, después cada una se dormía en su cama” Me hizo lugar y me acosté a su lado cruzando mi brazo sobre su cintura. “Contame Romi” Dije en voz baja muy cerca de su oído. Y giró su rostro hacia mí y comenzó a hablar, su boca muy cerca de mi boca.
“La primera vez que te vi en el curso de ingreso me llamaste la atención, pensé que eras muy linda y me acerqué a vos buscando una excusa para hablarte y enseguida me trataste como si me conocieses de siempre. Ese día supe que íbamos a ser amigas…” “Me acuerdo” Interrumpí “Sentí como que te conocía y me puso muy contenta encontrar a alguien que me caía tan bien” Romi continuó: “Ser amigas fue muy natural y serlo cada vez más era la consecuencia y después un día viniste a estudiar a casa y otro día yo vine a la tuya y otro día te presenté a Gustavo y vos me presentaste a Nicolás y empezamos a salir juntos y los chicos se llevaban bárbaro y nos iba muy bien estudiando juntas, todo era perfecto”
Sí, era un resumen fidedigno de los dos años transcurridos, pero Romi comenzó a internarse por el sendero que nos llevaba a éste momento: “Sin embargo a medida que nos íbamos haciendo más amigas algo había comenzado a inquietarme: Cuando quedábamos en encontrarnos y te demorabas me ponía extrañamente nerviosa y la idea que no vinieses me angustiaba, pero cuándo llegabas mi corazón aceleraba los latidos hasta el borde de la taquicardia y una intensa felicidad me embargaba. No tardé demasiado en darme cuenta que no podía dejar de pensar en vos todo el tiempo ni dejar de soñarte cada noche ni… comenzar a desearte”
Sentí una pulsión en la entrepierna, era la primera vez que una chica me decía que me deseaba, pero Romina seguía: “Al principio me llené de culpa y vergüenza y traté de reprimir mis pensamientos, pero en las noches no podía evitar que invadieses mis sueños y besarte y abrazarte y…. y…. comencé a masturbarme pensando que nos amábamos” Ahora ya la primitiva pulsión se había transformado en profundos latidos y sentí la humedad de mi vagina excitada por el relato de Romina.
Hablaba en voz muy baja, en un susurro, con su boca muy cerca de la mía y comencé a escucharla como entre sueños. Un leve y delicado aroma a sexo comenzó a elevarse entre las cobijas y la cama comenzó a inundarse de perfume de mujer. Bebía las palabras sin preocuparme ya en comprenderlas y me embriagaba con el aliento tibio de Romina, al tiempo que al desmoronarse mis prejuicios todo comenzaba a tener sentido, el descubrimiento de su incipiente deseo era idéntico al que comenzaba yo a sentir en ese momento.
Sólo tuve que moverme imperceptiblemente para que nuestros labios se rozasen y la punta de mi lengua tocase su boca, Romina dejó de hablar y nos quedamos silenciosas y temblando con nuestras lenguas tocándose tímidamente, entonces subí mi mano desde su cintura y acaricié su pequeña teta y al sentir el pezón erecto bajo la palma de mi mano la apreté suavemente y Romi gimió y abrió la boca y el dique se rompió y perdimos completa y definitivamente la cabeza.
Mi lengua se hundió en su boca y me volqué sobre ella y nos besamos desesperadamente temblando como hojas al viento, nos apretamos, nos revolcamos, nos mordimos jadeando con las bocas muy abiertas, tironeando de los camisones para subirlos o arrancarlos hasta quedar desnudas hasta la cintura y cuando lo logramos nuestros dedos buscaron nuestra intimidad y se hundieron curiosos investigando en nuestros sexos y en nuestros pequeños esfínteres, luego Romi abrió las piernas para recibirme y entonces frotamos nuestras vaginas con fuerza, mientras decía con voz asombrada: “¡Así, era así!” hasta que un furioso orgasmo nos hizo sacudir y mordernos los labios para evitar los gritos que pretendían escaparse de nuestros pechos agitados por el deseo.
Luego yacimos por largo rato en silencio, besándonos dulcemente y acariciándonos. Después nos desnudamos y comenzamos a conocer nuestros cuerpos y quise prender la luz para mirar a Romi desnuda y, aunque se resistió levemente por pudor, su deseo de verme ella a mi desnuda primó y encendí la luz y nos paramos frente a frente y nos admiramos una a otra hasta que no pudimos resistir abrazarnos y volver a la cama y esta vez fui yo la que quedó debajo y ella la primera en probar el sabor de mi sexo, pero yo también quería y nos turnamos hasta que pensamos que el 69 era la mejor posición y la más democrática, pero finalmente terminamos una sobre la otra frotándonos nuevamente hasta el orgasmo. Nos amamos varias veces hasta que ya casi amanecía y propuse dormir unas pocas horas.
Cuando mi mamá nos despertó dormíamos profundamente y al bajar a desayunar teníamos tal cara de agotadas que supuso que habíamos estudiado casi toda la noche lo que, por supuesto, aseguramos. Luego mamá se fue a su trabajo y Romi y yo nos bañamos y vestimos y nos sentamos a estudiar nuevamente, entonces le dije: “Romi, hablemos”
“Ahora todo está aclarado entre nosotras y tu amor es correspondido sin reserva alguna, pero debemos plantear cómo vamos a continuar… Romi, yo no pienso renunciar a Nicolas…” Me miró sin comprender a donde me dirigía con mi razonamiento, pero continué: “…Y te sugiero que intentes recomponer tu relación con Gustavo. Ni vos ni yo somos únicamente lesbianas, somos bisexuales y tenemos la oportunidad única de vivir una plenitud sexual impensada y que muy pocas mujeres tienen la oportunidad de disfrutar: Amarnos y ser amadas por nuestros hombres. No te prives Romi de amar a Gustavo, nuestra sexualidad plena nos enriquecerá, gozaremos entre nosotras y haremos gozar a nuestros novios más aún de lo que lo hacemos ahora ¿Te privarías de tal privilegio sexual ahora que lo tienes? Mi argumento era contundente y Romina no lo cuestionó, sólo respondió: “No, de ninguna manera voy a privarme de tamaño privilegio” Festejamos nuestro acuerdo en la cama.
Esa noche salimos los cuatro juntos nuevamente y Gustavo estaba eufórico por el cambio de Romina que parecía haber recuperado la alegría. Bailamos, conversamos, reímos y nos sentimos verdaderamente felices y nos despedimos sabiendo que la noche terminaría en la intimidad más deseada y así fue. Nicolás se sorprendió por mi ardor esa noche y me colmó de gozo estimulado por mi desempeño extraordinario. Romina me contó al día siguiente que Gustavo fue el que terminó pidiendo clemencia porque ella no podía parar de tener orgasmos y lo exigió como nunca “¡Si le vieses la cara Anna… ¡Parece alucinado! Jajajajaja” Comentó riendo a carcajadas, feliz como antes.
Pasó el tiempo, terminamos nuestra carrera, ambas parejas formalizamos nuestra relación y Romina y yo seguimos siendo apasionadas amantes. Ojalá lean nuestra historia chicas que se encuentren en busca de su camino en la vida. A ellas va dedicada con mi deseo de que sepan elegir sin prejuicios su sexualidad y que la vivan en toda plenitud, nada es más importante que la felicidad.
                                                                Annabella





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1730

Categoria
Heterosexuales

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