Soy la putita de mi familia
( Relatos Amor Filial )


SOY LA PUTITA DE MI FAMILIA
Estábamos cogiendo parados contra mi escritorio como tantas tardes, el rapidito del atardecer le llamábamos. Luego de volver del colegio merendaba y subía a mi habitación y al llegar mi hermano yo ya estaba lista: Con el uniforme escolar que tanto lo calienta, mis trenzas rubias y sin bombacha para no perder tiempo. Mamá en la planta baja preparaba la cena y papá estaba por llegar, teníamos una media hora, pero con unos pocos minutos nos sobraba, pero esa tarde fue distinto.
Cuándo entró retrocedí hasta apoyar mis nalgas contra el escritorio y me levanté la pollera mientras él se bajaba los pantalones, ya teníamos todos los movimientos estudiados para no perder tiempo. Como siempre estaba muy lubricada, ya que me excitaba con anticipación pensando en cómo gozaría, y me penetró sin dilación alguna al tiempo que le echaba los brazos alrededor del cuello y me colgaba de él sonriendo de satisfacción al sentir el duro y caliente miembro entrando y saliendo de mi concha. Cerré los ojos un momento para disfrutar mejor de tanto placer y al volver a abrirlos lo vi a mi papá parado en la puerta.
Me estremecí de terror y quise gritar pero el grito se me ahogó en la garganta, mi hermano pensó que mi estremecimiento era de placer y siguió sacudiéndome con todas sus fuerzas mientras papá me miraba a los ojos en silencio y yo sostenía su mirada extrañamente calma, como si en lugar de haber sido sorprendida en gravísima falta tuviese el dominio de la situación. Me excitaba que mi padre me viese fornicar y hasta comencé a exagerar mi goce provocativamente.
Pero el juego se me escapó de las manos y comencé a perder la cabeza incendiada por la calentura y mi rostro se desfiguró por el esfuerzo por evitar que el jadeo se transformase en gritos de puro placer. Me mordí los labios y cerré los ojos involuntariamente al echar la cabeza hacia atrás y al sentir que mi hermano eyaculaba en lo más profundo de la vagina y el tibio semen me provocaba el más grande orgasmo jamás sentido, exhalé un largo gemido y abrí los ojos para ver si papá había visto mí goce, pero ya no estaba parado en la puerta de la habitación.
Permanecimos abrazados mientras los ramalazos de la fantástica acabada aún nos sacudían y luego nos besamos con ese largo beso caliente de agradecimiento por tanto goce recibido. Cuando me sacó la verga y la pollera cayó cubriendo mi desnudez sentí que un torrente de semen me corría por los muslos. Se subió el pantalón mirándome sonriente y, sin meditarlo, decidí callar que nuestro padre nos había visto, me dio un breve beso en los labios y salió. Fui al baño a lavarme y al volver papá me esperaba.
Estaba sentado en mi silla de espaldas a mi escritorio y señalando mi cama ordenó: “Sentate” Me senté en el borde de la cama y la pollera dejó más de la mitad de mis muslos al descubierto “¿Cuánto hace que sucede esto?” Preguntó. “Unos pocos meses, desde que cumplí los 18” “¿Se cuidan al menos?” “Sí Pa, tomo píldoras anticonceptivas” “Bien” Dijo. “¿Le dijiste a tu hermano que los había visto?” “No” “Me alegro, no le digas nada, yo tampoco le voy a contar a mamá, evitemos un escándalo que no va a solucionar nada, será nuestro secreto” “Gracias Pa” Dije aliviada. “Pero hay una condición” Agregó. “Sí, claro Pa ¿Cuál?” “Que también te acuestes conmigo” Lo miré asombrada pensando en una broma siniestra, pero papá hablaba en serio.
“Mañana, tu hermano tiene clases nocturnas en la Facultad y tu madre va a Pilates y vuelve a la hora de la cena. Yo volveré más temprano y te esperaré, tendremos unas dos horas y media para… empezar a conocernos mejor.” Dijo mirándome los muslos semidesnudos. Cerré las piernas, no tenía bombacha.
A la tarde siguiente volvía a casa con una sola idea fija en mi pensamiento: Mi papá me iba a coger. Y la idea me comenzaba a excitar. Era una situación perversa, pero terriblemente excitante. Me esperaba cubierto con una salida de baño, se acababa de bañar y se lo adivinaba desnudo debajo de la bata. Mi merienda estaba lista y me sirvió café con leche y tostadas con manteca y mermelada y comencé a comer con apetito mientras se sentaba frente a mí y bebía café. Siempre llego hambrienta y, sin siquiera sacarme el blazer, ataqué mi merienda con entusiasmo. Una colegiala con trencitas, corbata y saco merendando ante un señor mayor semidesnudo, era una imagen inquietante.
Cuando terminé me ofreció otra taza, pero la agradecí, no quería tener el estomago demasiado lleno teniendo en cuenta que íbamos a tener sexo inmediatamente. Camino a mi habitación me acarició el culo y yo me creí en la obligación de corresponderle y le toqué el bulto, lo sentí duro. Al pasar por la puerta del baño me detuve “Tengo que ir al baño Pa” Dije. “Está bien, pero no te laves, te quiero con tu perfume natural y tu sabor auténtico” Me estremecí y sentí que la concha me latía fuerte y se me mojaba.
Me esperaba al lado de mi cama de la que había retirado las cobijas y comencé a quitarme el blazer me detuvo: “No, te quiero completamente vestida, con el uniforme, es un pequeño antojo que tengo” Dijo sonriendo. “Sólo quitate los zapatos” Agregó. Me senté en la cama y me quité los zapatos y me hizo acostar y luego se desnudó sin dejar de sonreír. Tenía un notable miembro, algo más grueso que el de mi hermano aunque igual de largo, era más que suficiente para proporcionar placer a cualquier mujer.
Se sentó a mi lado y me levantó la pollera hasta la cintura y miró mi entrepierna sonriendo, sabía que mi bombacha estaba manchada por el flujo que no paraba de manar. Se agachó y olió y luego pasó la lengua sobre los labios de la concha “Hummmm, qué delicia” Dijo sonriendo. Gemí, me estaba volviendo loca con su actitud calmada y deseaba que se arrojase sobre mi cuerpo y me tomase de una buena vez como lo hubiese hecho mi hermano, pero él tenía su forma de actuar y era el dueño de la situación, estaba en sus manos.
Me desabrochó la blusa y sacó mis tetitas sobre el corpiño y pellizcó mis pezones sin dejar de sonreír, luego los chupó y jugó con las areolas con la punta de la lengua y comencé a delirar de deseo. Me besó en la boca, su lengua era larga y gruesa y la chupé como si fuese una verga mientras sus dedos hacían estragos en mi concha empapada. Luego me sacó la bombacha y me practicó la chupada de clítoris más inolvidable de mi vida y pronto perdí la cuenta del número de orgasmos que tuve. Finalmente se arrodilló entre mis piernas abiertas y se dispuso a penetrarme.
Los ojos se me dieron vuelta, nunca había sentido nada igual en mi vida, esa verga era sublime y la manejaba con una destreza que me hizo comprender inmediatamente la diferencia entre un joven inexperto y un hombre con todas las letras,   mi padre era un genio cogiendo. La metía y la sacaba casi hasta que salía toda y cuándo el corazón me cada un vuelco pensando en que me la sacaba la volvía a enterrar lentamente hasta que las tibias y peludas pelotas se apretaban contra mi concha. Luego comenzaba un movimiento de rotación y empezaba a retirarla lentamente y cuando sólo el glande quedaba dentro la metía rápidamente, se movía a un lado y al otro mientras se retiraba y luego la enterraba en inclinado ángulo para rozar los laterales de la pared vaginal. Y así el juego seguía sin repetir nunca un movimiento, haciendo que todo el acto fuese creativo e inesperado, hacia malabares con su miembro.
Además cambiaba de posiciones, encima de mí, luego con mis piernas en sus hombros, más tarde de costado, luego con mis rodillas a los lados de mi cabeza, sentada encima de frente a él y luego de espaldas y después arrodillada y el detrás, ya casi desfallecía y había perdido la cuenta de mis orgasmos luego de la primera decena y apoyaba la cabeza en la almohada semi derrumbada por el agotamiento cuando me penetró por el culo.
Mi última virginidad y quise defenderla, pero ante mis protestas sólo dijo: “No estás en condiciones de negociar nada” Y tuve que aceptar el empalamiento resignadamente. Nunca me voy a arrepentir, fue maravilloso. A pesar de mi certeza de que el culo se me iba a desgarrar se dilató notablemente y luego de los primeros minutos de intenso dolor comencé a gozar la penetración. Ahora comprendía por qué tantas mujeres preferían el sexo anal al vaginal. Finalmente sentí que se derramaba en lo más profundo del recto y sus dedos se clavaban en mi cintura y el goce casi me hace perder el sentido. Caí boca abajo aplastada bajo su peso y sentí su jadeo y su boca abierta mojándome el cuello con su saliva. Papá acababa conmigo.
Creo que dormité unos minutos pero cuando volví a recuperar la conciencia papá me tenía entre sus brazos y buscaba mi boca. Lo besé agradecida mientras apretaba con mi mano el húmedo miembro que recuperaba la erección poco a poco. Papá apoyó las manos en mis hombros e insinuó hacerme descender y comprendí en el acto que quería que se la chupe y lo hice con verdadero entusiasmo, agradecida por todo lo que ese maravilloso pedazo de dura carne caliente me había dado.
Fue una larga mamada y culminó con una abundante eyaculación que bebí hasta la última gota y fue entonces que papá anunció: “Basta por hoy. Es mejor que nos bañemos porque en una media hora vuelve tu madre” Miré el reloj, no lo podía creer, las dos horas más maravillosas de mi vida me habían parecido apenas unos minutos.
Me vestí con un equipo de gimnasia holgado y me cepillé el pelo y en tanto mamá ya había llegado y un rato más tarde llamó a cenar. Me sorprendió ver a papá tan fresco como una lechuga mientras yo me sentía destruida, allí radicaba la diferencia, papá sólo había acabado dos veces y yo una treintena y en lo único que pensaba era en dormir mientras él, en un momento que no creyó que lo observaba, le tocaba el culo a mamá dándole a entender que estaba cachondo y esa noche iban a coger. Me acosté casi inmediatamente luego de la cena y más que dormirme me desmayé en la cama.
Pero no dormí demasiado. Un cuerpo desnudo se deslizó entre las cobijas despertándome, era mi hermano. Me abrazó y me metió la lengua en la boca mientras me subía el camisón hasta el cuello y me lo sacaba por sobre la cabeza ¿Qué decirle? No podía negarme, ni decirle que estaba cansada porque él me diría que no importaba, que me quedase quietita que el que se iba a mover era él, ya lo había dicho una vez. Me dolió al penetrarme porque estaba inflamadísima después de la tremenda cogida con papá y el interpretó mi quejido como goce y empezó a sacudirme con su habitual energía. La carne es débil dicen y yo lo soy extremadamente y a pesar de mi agotamiento me excité terriblemente y terminé acabando brutalmente.
Estaba extraordinariamente ardiente esa noche y no me dio tregua a pesar de mi pasividad, o precisamente eso lo excitaba más, que lo dejase hacerme de todo, hasta meterme el dedo en el culo a lo que siempre me resistía, pero mi culo ya no era virgen y hasta prefería la penetración anal ya que tenía la concha muy irritada por lo que le sugerí “Probar por atrás” lo que tuvo una entusiasmada aprobación por su parte.
Al principio me arrepentí porque mi hermano no es sutil ni paciente, me la enterró como si fuese en una vagina y los ojos se me llenaron de lágrimas y tuve que morder la almohada para no gritar, nada que ver con la delicadeza de papá que lo hizo lentamente permitiéndome acostumbrarme poco a poco. Para peor me empezó a sacudir como a una bolsa de papas y la cabeza me golpeaba contra el respaldo de la cama, pero esas cosas son las que más me calientan y finalmente volví a acabar como una perra mientras sentía cómo el semen me inundaba el recto y el dolor sólo potenciaba el goce. Se sentía tan feliz por mi entrega que me besaba riendo y me abrazaba y apretaba contra su cuerpo y no se fue de mi cama hasta que repetimos el coito anal.
Si me acosté destruida, ahora era una piltrafa: Desparramada en la cama revuelta, las cobijas en el piso, boca arriba y las piernas abiertas me cubría con las dos manos la concha en un gesto de inútil pudor. Me dio un beso en los labios al despedirse con la promesa de volver la noche siguiente y me tomé un momento de respiro antes de ponerme el camisón y rehacer la cama, entrecerré los ojos un segundo.
Me despertó la voz de mamá: “¡Lauri!” Como cada mañana mamá me despertaba a la hora de ir al colegio, sólo que esta vez su voz era un grito que denotaba sorpresa: Me sorprendía desnuda y agarrándome la concha, me había quedado dormida, me quería morir, era lo único que me faltaba, que mamá descubriese que mi hermano y yo fornicábamos por las noches. Sin embargo su reacción fue inesperada:” ¡Pobrecita mi nena! No te sientas mal mi amor, a tu edad es natural masturbarse, yo también lo hacía. El cuerpo comienza a sorprenderte con sus urgencias y….” Yo ya no la escuchaba, un gran alivio me invadía, aceptar que me había masturbado era el mal menor.
“Mami, casi no dormí” Dije con tono lastimero “¿Puedo faltar al colegio hoy, sólo por hoy?” “Si hijita, claro que sí, pero solo por hoy mi amor. Debés descansar y luego si quieres hablamos. Yo a tu edad también me masturbaba muchísimo y comprendo lo que te sucede…” Respiré aliviada, mamá era muy ingenua pensé. “Te voy a preparar un baño caliente para que te higienices, tenés un olor tremendo y luego puedes dormir en mi cama conmigo, aún es muy temprano para levantarme y ésta cama está imposible….”
Caminé al baño desnuda rodeada por su brazo alrededor de mi cintura, me temblaban las piernas. El agua estaba deliciosa y me relajó, me sentía calmada por haber salido indemne de tan delicada situación y sonreí feliz cuando mamá entró al baño con un toallón tibio y un camisón limpio. Me ayudo a secarme y mientras lo hacía dijo: “¡Qué hermosa estás! ¡Qué cuerpo escultural tenés!” Su voz tenía un tono levemente trémulo, pero no le di importancia, solo dejé que sus manos recurriesen mi cuerpo secando mis zonas más recónditas y luego me vistiese con el camisón y me llevase a su cama.
Nos acostamos y me abrazó haciendo que apoyase mi rostro entres sus tetas mullidas y tibias mientras me acariciaba y me besaba la frente, olía a sexo y recordé su sonrisa cuando papá le había tocado el culo durante la cena, habían cogido me dije y suspiré disponiéndome a dormir, pero mamá tenía otros planes.
“¡Qué lindo es tenerte así! Como cuando eras chiquita. Te daba la teta y te dormías entre mis brazos… ¿Te acordás?” “No Má, no me acuerdo” Respondí esperando me deje dormir, pero continuó: “Darte la teta fue la más maravilloso que me sucedió en la vida, fue distinto a dársela a tu hermano, vos eras mi nena, te sentía mucho más mía y a él de tu papá…” Suspiré. Y mamá siguió: “¿No querés que te dé un poquito de teta como cuando eras chiquita?” Abrí los ojos desmesuradamente ¿Acaso mamá…? Sí. Mamá sacó la teta sobre el camisón y me rozó los labios con el pezón “Un poquito, haceme feliz mi amor” Dijo con voz que me sonó ronca y decidí darle el gusto.
Nunca había chupado un pezón, excepto cuando era bebé, y me pareció agradable. Era tibio y tenía una textura extraña, algo rugosa y lo sentí crecer dentro de mí boca y comencé a morderlo suavemente y mamá a suspirar. MI lengua jugaba con la areola y sentí la piel extremadamente fina. Me ayudé con las manos y sostuve la teta apretándola suavemente para destacar el pezón, mamá gemía ahora y me gustaba sentir que comenzaba a prevalecer sobre ella dándole goce. “Ahora la otra pidió” Y cambié de teta e hice que éste pezón alcanzase también el tamaño inaudito del otro.
Los gemidos de mamá ya eran indisimulables y sus manos subían por debajo de mi camisón levantándolo hasta la altura de mis tetas y de pronto dijo: “¡Ahora yo!” Y me volcó sobre mis espaldas y me quitó el camisón y se lo sacó también ella arrodillada entre mis piernas y luego se arrojó sobre mis tetitas y las chupó ruidosamente, las mordió, las mojó con su saliva mientras frotaba su pubis contra el mío. Luego comenzó a descender por mi cuerpo lamiendo y besando hasta llegar a mi concha y hundir la lengua en ella arrancándome un grito de placer, mamá había perdido por completo la cabeza.
Me enseñó una gran lección: Nadie puede chupar mejor una concha que otra mujer ¿Acaso qué hombre puede conocer las sutilezas de las zonas erógenas femeninas mejor que una mujer? La respuesta es obvia: Ninguno. Creo que tuve una docena de orgasmos hasta que mamá se dio por satisfecha y se echó encima de mí y frotó su concha contra mi muslo hasta acabar a los gritos, una tremenda acabada.
Le practique sexo oral largamente, recordando todo el recibido antes y el recién aprendido y me pareció que lo había hecho muy satisfactoriamente porque mamá gemía y me tiraba del pelo a cada rato, es decir cada vez que acababa. Tal como ella lo había hecho luego de proporcionarle varios orgasmos me eché sobre ella y besándola con la boca empapada por sus flujos comencé a frotar mi concha contra su muslo hasta que acabé. ¡Basta! Me dije a mi misma, deslizándome a su lado mientras mamá jadeaba con la boca abierta. Ahora sí era hora de dormir unas horas y ambas lo necesitábamos.
Esa noche cuando cenábamos todos estábamos muy alegres, mamá, papá y mi hermano no paraban de parlotear ni yo de festejar sus chistes. Me di cuenta que éramos una familia muy feliz y que lo éramos por estar todos muy bien cogidos y que yo, el objeto sexual de la casa, la putita de mi familia, era la artífice de esta maravillosa armonía. Entonces me sentí emocionada y quise expresar mi felicidad: Mami, papi, Tommy, quiero decirles a todos ustedes que estoy muy orgullosa de pertenecer a esta familia tan maravillosa. Los amo con todo mi corazón y sé que ustedes me aman también, gracias por todo lo que me da cada uno de ustedes. Los amo. Me rodearon y me abrazaron y besaron, mamá con lágrimas corriendo por el rostro, papá con los ojos brillantes y Tommy, con una sonrisa que apenas podía disimular su emoción, me tocó el culo disimuladamente.

                                                                        Laurita




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