Le puse varios cuernos a mi marido. Primera vez.
( Relatos Heterosexuales )


Hola, mi nombre es Daniela. Me encuentro un poco ebria y por eso creo que estoy escribiendo esto. Tiene un tiempo que entro a las páginas de relatos eróticos y he descubierto, desde el primer momento, que me encantan. Hoy les contaré el mío. Tengo 30 años y estoy casada con un hombre maravilloso que se llama Miguel. Lo amo con toda el alma pero eso no ha impedido que le halla llegado a ser infiel. No entiendo por qué soy así, de verdad lo amo y puedo dar miles de excusas sobre lo que he hecho, sin embargo, la verdad es que soy muy cachonda, sobre todo estando ebria como ahora.
La primera vez que le fui infiel fue al terminar la carrera. Para entonces ya vivíamos juntos aunque todavía no nos habíamos casado. Una amiga muy íntima me invitó a su graduación en la ciudad en donde vivía. El viaje en camión era muy largo, cerca de 14 horas. Mi novio no pudo acompañarme así que me fui sola con su concentimiento. Aquél viaje viviría cosas que nunca había experimentado. Cuando llegué a mi destino, mi amiga me recibió en la central de camiones. De ahí nos fuimos a su departamento a dejar las cosas. Al día siguiente era la ceremonia por lo que nos pasamos ese día platicando y chismeando lo que había sido de nuestras vidas y, ya en la noche para dormir, quise preparar mis cosas para el día siguiente pero con horror descubrí que había dejado en mi departamento el vestido que había escogido para la fiesta, sólo me había llevado los zapatos y no llevaba sufieciente dinero para comprarme un vestido nuevo. Al hablarlo con mi amiga, su nombre es Gabriela, acoramos en que me prestara algo de su guardarropa, al fin y al cabo, eramos casi de la misma talla.
Ella es más delgada que yo, por lo que , al final, tuve que conformarme con una minifalda negra holgada con cintura elástica y una blusa blanca. Para guardar la formalidad tomé prestado un saco negro que combinaba muy bien con la falda. En el baño empecé a recordar algunos de los relatos que he leído por lo que salí de la ducha cachonda. Como una travesura de “soltera” decidí ponerme medias con liga y una minitanga que llevaba. Me sentí la mujer más sexy al verme al espejo con mi atuendo completo.
La cermonia religiosa fue a las 5:00 pm y de ahí nos fuimos a la fiesta. Desde el primer momento me sentí algo incómoda con mi ropa, digamos que demasiado expuesta. Las miradas en la misa que sorprendí de los hombres de mi banca confirmaron eso, sin embargo, lo tomé de la mejor manera, aunque uno de ellos era un viejito que no dejaba de mirar mis muslos. Me mentalicé para disfrutar mi vacación por lo que dejé de pensar en todo lo que me ataba a mi ciudad y divertirme en lo posible con lo que se me presentara.
A pesar de mi deseo, desde el principio mi amiga me abandonó en mi mesa y se fue con sus compañeros de generación a disfrutar de su fiesta. Después de cenar empezó el baile y para mi sorpresa un compañero de Gabriela me invitó a bailar. Por supuesto que acepté, no estaba ahí para ver pasar la fiesta sin participar. Para entonces yo ya estaba un poco ebria pues desde que llegamos empezaron a servir vino tinto o refresco a los que quisieran.
Me sentía deshinibida en ese momento. De hecho, creo que, al principio, asusté al chico que me sacó a bailar pues aproveché cualquier oportunidad para juntar mi cuerpo con el suyo y tocarlo disimuladamente. Por supuesto que el chico entendió a la perfección. Al descansar de bailar nos fuimos juntos a mi mesa. Ahí estuve muy coqueta con él y luchando todo el tiempo en convencerme que mi novio no era mi novio en esos momentos por lo que podía hacer lo que quisiera.
Me encontraba de nuevo un poco ebria, después del baile se me bajó pero en la mesa recuperé el paso. Honestamente no esperaba que el chico, llamado Sergio, me invitara a irme con él por un rato. Cuando me lo propuso no supe qué decir, pero miré a mi amiga que estaba en su relajo con sus amigos y reafirmé la idea de que era el único momento en que podría experimentar algo nuevo, más allá de mi novio. Así que, tomé un trago grande de vino, lo cual también le indicó que era una decisión difícil para mí, y, al terminar, le dije que sí. ¡Qué estaba haciendo! Sabía lo que quería decir, yo tenía un año viviendo con mi novio al que adoro y, aún así, le estaba abriendo las puertas a un extraño para satisfacer sus deseos, cualesquiera que fueran, que tenía conmigo. La sensación de libertad y aventura que me atreví a vivir me encantó más que el vino. Me condujo al estacionamiento agarrado a mi cintura. En el camino casi me caigo con lo que di claras muestras de mi estado de ebriedad. También me sirvió para darme cuenta del control que él tenía sobre sí mismo pues me guió con seguridad dando a entender que él no se encontraba mal con el alcohol. En el camino me sentí una niña traviesa pues en la mesa le había contado ya que tenía novio y aún así íbamos camino a su auto. Cuando salimos al estacionamiento noté que era un espacio grande y obscuro sin personal que lo guiara atrás del edificio. Su mano la sentí entonces que bajaba de mi cintura a mi trasero. Lo único que hice fue a reirme como niña que está haciendo travesuras y seguimos caminando con su mano atrás de mis nalgas agarrando mi trasero con fuerza y enterrando mi tanga con sus dedos. ¡Era increíble lo que estaba pasando! Lo único que hice fue dejar llevarme por mi calentura y dejar de lado y tan lejos como estaba a mi novio de mi mente.
Cuando llegamos a su auto me abrió la puerta. Estábamos solos en el lugar y era bastante obscuro. Me ordenó que me subiera y así lo hice. Le abrí el seguro de su puerta en lo que él rodeaba al coche y me acomodé la falda y el cabello rápidamente en lo que se subía. Para mi sorpresa, al subirse y cerrar su puerta, me sorprendió que no me sedujera sino que inmediatamente observé cómo se desabrochaba el pantalón sacando su miembro. La verdad es que me extrañó su aspecto. Era largo, picudo y delgado, a diferencia del de mi novio que era grueso y cabezón. Inmediatamente de sacarlo me ordenó que se lo chupara. Y ahí me tienen, con mi ingenuidad pensando en que nos íbamos a enredar en un apasionante beso mientras nuestras manos se enredaban con nuestros cuerpos,   con su pene en mi boca, siendo empujada por la cabeza para tener el ritmo que buscaba mientras pensaba en lo tonta que había sido. Mientras lo hacía, cosa que no tenía acostumbrada hacer pues con mi novio el sexo es muy tradicional y rutinario, me indicaba cómo le gustaba y que lo hacía muy rico. Que le gustaba mucho y hasta se jactó, con ese pene que lo único llamativo era lo largo, con la pregunta tonta de ¿a poco tu marido la tiene más rica?. Me empezó a llamar puta y, no sé por qué, me excitó pensar en serlo. Cada vez que lo hacía yo le ponía empeño en satisfacerle más. Después de un momento me pidió que parara y que me saliera del coche. Mi sorpresa fue mayúscula cuando cerró la portezuela y con sus manos me agarró de la cintura y me puso contra el cofre de su coche. Me ordenó que no me moviera y sentí sus manos acariciándome las piernas y abriéndolas con mi pecho y mis manos sobre el coche. Me dejé hacer pues todo lo que hacía me excitaba, incluyendo el trato de puta que me daba. Se levantó y sentí sus dedos siguiendo la línea media de la tanga. Me dijo “qué húmeda estás perra, se ve que me deseas. ¿Te está gustando?”. A lo que respondí que sí, que me encantaba. Ese momento fue desicivo. Sabía que lo que seguía era la penetración pero yo me encontraba tan caliente que sólo pensé en el placer a pesar de la vocecita en mi cabeza que me pedía que parara esto. Decicií ser una puta en ese estacionamiento y no permití que nada cambiara eso. Sergio me bajó la tanga hasta las rodillas y empezó a frotar su pene en mi trasero. No sé por qué pero ese simple acto me puso a mil y desee con todo mi ser que me penetrara ya. Sentí cómo su pene penetró aunque, honestamente, no me forzó para nada mi vagina con pene tan flaco. Sin embargo estaba muy excitada, no tanto por la sensación de su pene dentro de mí sino por lo que estaba haciendo, estaba teniendo sexo con un extraño en un lugar público en la noche en una ciudad ajena a mí. Yo empecé a exagerar lo que sentía, creyendo que eso era lo “políticamente adecuado”, así que empecé a gemir en cada embestida. El insistía en preguntarme “¿Te gusta zorra? ¿Así te gusta?” La verdad yo estaba tan excitada con mi actitud que a todo le respondía lo que quería escuchar para continuar con eso “Sí bebé, me encanta, me gusta mucho, sigue, sigue, soy tu puta. Sólo te pido que no termines adentro de mi por favor. Tengo novio, ...por favor”. “Está bien, no te preocupes por eso putita, cuando vaya a terminar me salgo. ¿Te gusta, perra?” “’¡Me encanta!”. En realidad lo estaba gozando. Entre mi placer vigilaba que no llegara nadie al estacionamiento y eso, el hacerlo expuesta también contribuía a mi excitación. Esperaba que en cualquier momento alguien apareciera y tener que detenernos un momento y fingir que estábamos llegando y que nada obsceno estaba pasando hasta que se fueran con sospecha y continuar con lo nuestro. Eso no pasó. Cuando más estaba gozando sentí que sacó su miembro rápidamente diciendo “¡me vengo!” y manchando mis nalgas y un poco las medias. Me quedé inmóvil. Cuando terminó me ordenó que me comiera lo que quedaba. Me di vuelta y me puse de cunclullas. Estaba conflictuada entre el asco y el morbo. Ga nó el morbo y con mi lengua empecé a lamer las gotas de semen de su punta. Me sorprendió el sabor. Era dulce. Con gusto lo seguí lamiendo y limpiando con mi lengua todo su pene mientras éste se encogía. Con una actitud completamente diferente me levantó, se arregló y me dijo “¿Te gustó?” sin el “perra, puta, zorra”. Le dije que sí y entonces me dijo que regresáramos a la fiesta. En el lugar me tenía como su novia abrazado sobre mis hombros y con un exceso de confianza al tocarme frente a todos. Seguí con mi idea y lo dejé hacer lo que quisiera sin contradecirle. En la mesa me tomaba de las piernas y me besaba descaradamente como si fuéramos novios. Lo único que me preocupaba era Gabriela, pero la observaba continuamente y no parecía tener noción de mi presencia, lo cual me dolió un poco. De repente recibí un mensaje en mi celular de mi novio. Me decía que con urgencia me comunicara. Para el pesar de Sergio le dije que tenía que ir al baño y llamé a mi novio. Para acortar la historia tenía que irme en ese momento y regresar a mi departamento pues era urgente mi presencia.
Le pedí a Sergio que me llevara a la casa de mi amiga y a la central pero, por más que estuve esperando, preguntando y buscándola, no pude encontrarla. Después de media hora y referencias sobre su salido con unos amigos, decidí irme así. Después recuperaría mi maleta y ella la ropa que me prestó. Le dije a Sergio y nos fuimos. En el camino fue muy tierno, me dijo que le llamara, que le había gustado mucho y que él estaba dispuesto a darme lo que quisiera. Al punto de que me confesó que quería que dejara a mi novio y mi vida y me fuera con él. Me enterneció y me dio gusto saber que todo lo sucedido no había quedado en un juego superfluo.
Eran la una de la mañana. Compré el último asiento sin compañero que quedaba en el camión. Me sentí rara de viajara así, con la ropa de mi amiga y “tan elegante” y expuesta.
Llegó el momento de abordar el autobús. En la fila, atrás de mí, había un muchacho que me llamó la atención por lo guapo que era. Bueno, no era tan guapo pero a mí me gustó mucho. Curiosamente, el destino, descubrí que el chico había tomado justo el asiento junto a mí. Esos autobuses son amplios, de “lujo”, pero, aparentemente, había comprado el asiento a mi lado justo después de mi. De hecho, creo, cada vez con más seguridad al recordarlo, que estaba detrás de mí en la fila al comprar el pasaje. En el autobús me di cuenta que era la única mujer. Los asientos indivduales estaban, todos, ocupados y, excepto mi lugar, los demás lugares estaban ocupados por una sola persona. Para mi suerte, el chico guapo ocupó el asiento contiguo al mío. Yo estaba en la ventana y él en el pasillo. Me quedé dormida antes de salir de la estación. Me desperté sintiendo que me acariciaban las piernas. Era el chico a mi lado. Aunque ya no estaba tan ebria, sus caricias me excitaban. Fingí seguir dormida y disfrutar de sus caricias. Me sorprendió darme cuenta que estaba cobijada. El chico, me había tapado con su cobija y me acariciaba las piernas bajo ella. Dejé que continuara pero, supongo que mi cambio de respiración me delató, el chico me sorprendió preguntando “¿Estás despierta?”. Lo único que se me ocurrió hacer fue abrir los ojos al tiempo que volteaba mi rostro frente al suyo y decir “Si”. Apenas dije eso, su boca se fue contra la mía explorando profundamente mi lengua y el interior de mi boca. Disfruté el momento. Después se desabrochó el pantalón y sacó su miembro bajo la cobija, me dijo “¿Quieres probarlo?”. Después de echar una rápida ojeada a mi alrededor y comparar que la mayoría de las personas estaban dormidas, metí mi cabeza bajo las cobija e introduje su miembro en mi boca. A diferencia de Sergio, su pene era grueso y cabezón, eso me excitó más. Con cuidado de no moverme mucho bajo la cobija empecé a chuparlo. Me encontraba fuera de mí. Entonces salí debajo de la cobija y le dije al oído “Vamos al baño”. Se quedó con cara de sorpresa en lo que yo me levantaba y me dirigía al baño de mujeres. Estuve repasando en el camino si de verdad todos los pasajeros, excepto yo, eran hombres. Entré al baño convencida de que estaba en lo correcto y de que no debería haber ningún problema con lo que estaba ocurriendo. Entrando al baño cerré la puerta y me senté sobre la tapa del inodoro. Él entró casi inmediatamente abriéndose los pantalones. Lo primero que hice fue atraer su miembro y apresarlo con mi boca. Estaba excitadísima y succionaba con desesperación. Me pidió que me pusiera de pie y nos acomodamos como pudimos, yo frente al espejo y él a mis espaldas. Me quité la tanga y él se acomodó detrás mío y me empezó a meter su pene. Su miembro era grueso por lo que sentí cómo me abría la vagina en el acto. Empecé a gemir sin querer, dejándome llevar por el placer, pero él me puso la mano en la boca y me dijo que guardara silencio. A pesar de mis esfuerzos, su pene me estaba dando un placer que no había conocido y mis gemidos no cesaron. Llevada por el morbo quise cambiar de posición por lo que me senté sobre el panel del lavabo. Él levantó mis piernas y, aunque yo estaba toda encorvada por la estructura del espejo, pudimos acomodarnos para que me penetrara en esa posición. Aunque la penetración no era tan profunda, lo ancho de su pene y la situación que vivía (yo, sentada sobre el mueble del lavabo de un autobús público, con las piernas abiertas, siendo penetrada por un desconocido muy muy atractivo y bien dotado, en un viaje de regreso en donde mi novio me esperaba con amor) me hicieron terminar más de una vez. Le dije en repetidas ocasiones “No termines dentro”. Cuando de repente, sacó su pene y eyaculó sobre mí, manchando mi ropa. Le di un beso húmedo y profundo en la boca y le pedí que saliera. Traté de limpiar mi ropa y me di cuenta que mis medias y el interior de mi falda estaban ya manchadas con el semen seco de Sergio, el cual no pude retirar bien. Me quedé un rato pensando en lo que estaba haciendo. Me sorprendí lo cachonda y lo fácil que puedo llegar a ser para tener sexo. Cuando busqué mi tanga en el baño no la encontré. Salí y me senté en mi lugar. Afortunadamente, parecía que nadie había notado lo ocurrido. Me sentí avergonzada de lo sucedido aunque no podía evitar el sentimiento de satisfacción que experimentaba.
Estuvimos platicando un rato, como si fuéramos amigos. El camión se detuvo en una fonda de la carretera y los que estábamos despiertos aprovechamos para estirar las piernas y comprar algo de comer y beber. Ahí aproveché para dejar las cosas claras y quedamos en disfrutar el viaje juntos pero cuando llegáramos a la terminal de autobuses él sería un completo extraño para mí. Accedió a eso y nos besamos públicamente. Con ese beso yo estaba aceptando tener un “novio de viaje”. Cuando subimos de nuevo al autobús nos quedamos platicando hasta que me propuso, antes de que amaneciera, que volviéramos al baño. Para entonces ya había algunas personas despiertas por lo que dudé, aunque desee complacerlo. Pensé que pronto llegaríamos a nuestro destino y que entonces solamente tenía unas horas para vivir esta fantasía. Me arriesgué a hacerlo y me fui al baño de mujeres. Cuando él entró me encontraba lista para hacerlo del mismo modo que antes pero él no quiso que se lo hiciera oral, así que me puso sobre el mueble, levantó mis piernas y, en lugar de penetrarme, me empezó a lamer la vagina. Desde el inicio me excitó con el movimiento de su lengua entre mis piernas. Me lamía, me succionaba y yo contenía mis gemidos. Sin intentarlo logré terminar con su boca en mi entrepierna. Me acomodó de pie con la pierna derecha sobre la tapa del inodoro y me penetró así, levantando mi falda y dándome con fuerza. El movimiento del autobús hacía que bajara la pierna de vez en vez para mantener el equilibrio pero inmediatamente me volvía a indicar que recuperara la posición para seguir penetrándome así. De repente el autobús se detuvo y nosotros hicimos lo mismo. Él abrió la puerta un poco para ver qué pasaba y rápidamente se subió los pantalones para salir indicándome que hiciera lo mismo. Me preocupé.
En las carreteras de México es usual que haya inspecciones de los militares a los autos y autobuses que circulan. Esto es lo que pasaba. Cuando salí, detrás de él, nos encontramos frente a la puerta a uno de ellos que nos miraba con ironía. Al vernos salir juntos del baño y con nuestra cara y actitud, inmediatamente adivinó lo que estaba pasando. Me quise morir. Me dio un ataque de miedo que era difícil contener. El militar nos pidió que bajáramos de la unidad y nos escoltó en el camino. Abajo se encontraban otros elementos del ejército. Los demás pasajeros nos observaban con curiosidad desde las ventanillas. Abajo nos empezaron a interrogar. Nos pidieron nuestros nombres, razón de viaje, identificaciones y relación entre nosotros. Cuando nos preguntaron lo último, cometí la tontería de confesar de que no estábamos relacionados en nada. El militar que nos escoltó hizo una mueca y le dijo algo en el oído al interrogador. Nos separaron y me llevaron a la oficina. Estaba muerta de miedo. Temía, primero, que fueran a hacernos algo y detenernos por cualquier cosa, no sabría qué explicación darle a mi novio y a mi familia ni a quién llamar para que me ayudara, segundo, que nos dejara el autobús pues implicaba lo mismo, es decir, el tener que explicar porqué lo perdí.
La oficina era una habitación pequeña con una puerta y sin ventanas. No había nadie adentro y sólo dos militares entraron conmigo, el que nos descubrió y el interrogador. Cerraron la puerta y me dijeron “Mira linda, sabemos lo que estabas haciendo con el otro tipo en el baño y eso es una falta grave a los reglamentos de transporte.” Yo estaba sentada, aterrada de las consecuencias. Continuó el interrogador “Lo que procede hacer es detenerlos y consignarlos con la autoridad local por faltas a la moral. La multa es asciende a 10 mil pesos sin pena de cárcel, a menos que no tengas ese dinero, con lo cual se te recluirá hasta que juntes ese dinero. Dime linda, ¿estás casada?”
Era obvio que intentaba asustarme y resultó. Me encontraba aterrada. En ese momento no podía pensar del miedo por lo que me sinceré con él. Le conté lo que había pasado en el autobús con el chico, que tenía novio, que vivíamos juntos y que me esperaba en la terminal de autobuses. Le rogué porque me dejara ir, con el llanto a todo dar, que no lo volvería a hacer y que había sido la primera vez, que por favor, por favor, me dejara ir. El muy hijo de puta guardó silencio y me miró, tomándose su tiempo. Acentuando el terror que sentía en ese momento. Por fin habló, “Muy bien...La verdad es que me has caído bien y quiero ayudarte, sin embargo ya se empezó a levantar el acta y no hay mucho que pueda hacer al respecto.” Siguió intimidándome. En mi desesperación rogué por su misericordia y le dije las palabras que nunca se deben decir “¡Por favor...haré cualquier cosa!, ¡pero tiene que dejarme ir en ese autobús!”. Hizo como si sopesara la situación y quisiera ayudarme. Finalmente me dijo “A ver preciosa, la situación es que tu autobús ya se fue, sin embargo...es difícil hacerlo pero no es imposible. Mira, me pones en una situación muy difícil, pues la forma que ya empezamos a llenar no la podemos deshacer, además, como ya te dije, tu autobús ya se fue. Pero bueno, estoy de tu lado pues se ve que eres una buena chica (me miró las piernas y los senos mientras que mordía su labio inferior) por lo que voy a ofrecerte un trato. Mira, no te estoy obligando a nada, es tu decisión...lo que puedo ofrecerte es que...tú sabes (hizo el ademán, con sus brazos pegados al cuerpo con los puños cerrados, que indican fornicación), me hagas el favor, a mí y a mi oficial, que le hiciste al pelado ese del baño.” Aunque me lo esperaba, no lo pude creer de momento, pero sopesé la situación. No tenía muchas opciones y se dice que los militares en México gustan de abusar de las mujeres. Al menos éstos tenían la cortesía de pedirlo...Lo que más me preocupaba era cómo regresar al camión. Para mí, si eso no sucedía entonces era lo mismo que me llevaran presa. Le dije lo que pensaba y él, sorprendentemente me dijo “No te preocupes por eso. Tienes mi palabra de que, si accedes al trato, te vas en tu autobús como si nada hubiese ocurrido. Después de escuchar eso, de tragarme mi orgullo, acepté. Antes pregunté por el destino del chico del autobús. Me dijo “Mira, si no te procesamos a tí, no lo procesaremos a él y ambos se irán en el autobús a seguir con sus porquerías”. Se levantó y me repitió la pregunta, “Entonces, ¿aceptas el trato?”. Con la cara llena de vergüenza, pero sabiendo que era mi única salida, le dije que sí. Le hizo una señal al otro militar y éste me puso de pie y empezó a quitarme el saco, la blusa y el sostén. Estaba temblando pero volví a pensar que todavía no terminaba mi viaje y me convencí de que, lo que estaba pasando, era más un regalo que un castigo que tenía que aprovechar. Me sobó y estrujó mis senos por la espalda. Al bajarme la falda notaron que no llevaba nada debajo más que mis medias. Eso generó la hilaridad de ellos. Me hicieron inclinarme sobre el escritorio y empezó a penetrarme el militar interrogador. En todo momento me decía a mí misma que disfrutara la experiencia, que todo iba a salir bien y que estaba haciendo lo correcto. Me convencí de eso, tanto, que empecé a lubricar y a gemir con las embestidas que el bestia militar me daba. Terminó rápido. Le pedí que no lo hiciera dentro de mí pero ignoró mi súplica. Su semen lo depositó dentro. En seguida, cuando se retiró, tomó su lugar su oficial. Este la tenía más gruesa y, me da pena decirlo, pude terminar mientras que me penetraba. En lo que él hacía eso, el interrogador salió y regresó con dos militares más. El oficial también terminó dentro de mí. Mi vagina se irritó y empecé a experimentar dolor. El interrogador les decía a sus oficiales que yo era su premio por su labor y que disfrutaran de lo que les había conseguido. El que siguió hizo lo mismo. Sin permitirme moverme me penetró en la misma posición. La vagina me dolía y comencé a llorar y a implorar piedad y que se detuvieran. No les importó. Siguió el último, el cual pude, gracias a un gran esfuerzo sicológico, disfrutar. Oficialmente me había convertido en una puta.
Pensé que, cuando el último terminara dentro de mí, todo acabaría. Sin embargo, cuando iba a recoger mis cosas, el interrogador me tomó por el cabello y me hizo hincarme y meter su pene en mi boca. Llamó a los demás a que se unieran por lo que estuve chupando y masturbando, al mismo tiempo, a cuatro militares. El interrogador detuvo a los demás para que me concentrara en él. Me dijo “te vas a comer toda mi leche, perra...sigue hasta que me la exprimas y cuidadito si desperdicias algo”. Me hizo masturbarlo con la mano pero me cansé así que tomó la iniciativa y me jaló del cabello para atrás y me ordenó que abriera la boca. Su semen no fue mucho. Me manchó parte de la cara y me metió el pene a la boca para expulsar lo último dentro de mi garganta. Los demás se masturbaban mientras esto pasaba. Me ordenó que lo tragara y que le limpiara bien la punta. Obedecí. Me gustó el sabor. Nunca había hecho eso y me excitó sobre manera experimentarlo. Cuando terminé sentí un pequeño chorro caliente de mi lado derecho sobre la cara. Inmediatamente dirigí mi boca en su dirección y tragué y saboreé lo que quedaba del dueño de ese semen. En ese momento sentí el golpe en mi garganta y espalda, así como en mi cuello y pecho de la eyaculación de los otros oficiales. Lamí lo que pude de sus penes, ya flácidos y encogiéndose. El interrogador me aventó una toalla para que me limpiara la cara pero me ordenó que no me quitara lo que me había quedado en el cuerpo. Me dejaron vestirme y me sacaron del lugar. A pesar de todo lo que había pasado, me encontraba satisfecha. Salí de la oficina, tomada del brazo por uno de los oficiales, con una sonrisa pícara en la cara. De algún modo, mis miedos desaparecieron y la idea de haber sido tan zorra era una experiencia que, sabía, atesoraría toda mi vida. Me subieron a un vehículo militar entre dos oficiales nuevos. Posteriormente subieron al chico. El interrogador le ordenó al conductor interceptar el autobús y asegurarse de que subiéramos en él.
Los militares que nos llevaron en el vehículo se comportaron como tales. Ningún sonido, ningún movimiento de su parte durante el trayecto. Después de un momento el vehículo militar le dio alcance al autobús. El chico no dijo nada durante ese trayecto.
Subimos al autobús y ocupamos nuestros lugares. Él estaba preocupado por mí pero, la verdad, seguí en esa actitud de disfrutar las experiencias nuevas y pude convencerlo de que estaba bien. A pesar de su insistencia no le dije nada de lo que me había pasado. Le dije que me habían interrogado y que, al final, se dieron cuenta de que había sido un error. Por lo que me dijo no lo convencí pues, según me dijo, le habían dicho de que nos iban a meter presos y lo intimidaron todo el tiempo hasta que llegó la orden de sacarlo.
No pude dormir. El olor del semen lo tenía incrustado en las narices y, aunque, de alguna forma, me gustaba, también me asustaba que, al llegar con mi novio, se diera cuenta de lo que había pasado. Por más que intenté limpiarme en el baño el olor lo seguía teniendo.
Él se quedó dormido sobre mi pecho. Cuando llegamos me dio sus datos y me negué a darle los míos. Nos despedimos con un beso arriba del autobús.
Al recoger mis cosas y llegar a la sala de espera de la terminal me interceptó mi novio con un beso. Me congelé al pensar que podía olerme el semen y reprocharme lo sucedido. No se dio cuenta de nada. Se sorprendió de verme vestida con la ropa de mi amiga y me dijo que me veía muy guapa, haciendo una mueca de regañón me preguntó si estaba vestida así para conquistar chicos. Le dije que sí con inocencia y siguiendo el juego, cuando de repente, caí en cuenta de que el chico se había quedado con mi tanga y no llevaba nada debajo. Por ese detalle estuve nerviosa todo el camino a nuestro departamento pero, al final, me adelanté al entrar y meterme a la habitación para ponerme la primera tanga o panti que encontrara. Por mi actitud me cuestionó de manera seria qué me pasaba. Le mentí descaradamente fingiendo estar acosada por sus celos. Por una razón que todavía no entiendo, me dejó pasar la mentira. A pesar de que noté que sabía que le mentía. Rápidamente me metí al baño a bañarme y noté las manchas de semen de hombres distintos que tenía mi ropa. La hice bola y la puse en la ropa sucia después de bañarme esperando que no notara nada.
Después de eso todo regresó a la normalidad. Hasta que conocí a una persona por internet, en un chat de adultos, pero eso, lo cuento luego si recibo comentarios para hecerlo.




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1777

Categoria
Heterosexuales

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