Experiencia Repetible
( Relatos Confesiones )


Luego de dos días de trabajo de campo visitando clientes dedicados a la cría de animales bovinos, porcinos, caninos y caballares; de dos largas jornadas observando la reproducción de los animales, estaba agotado y cachondo. Llegué al hotel con la intención de relajarme y descansar un poco, para salir más tarde a tomar una copa y ver si ligaba para descargar mis testículos que estaban a reventar por la arrechera que me produjera tanta jodienda de los animales. Me cambie y me dirigí al sauna. Medio amodorrado por el calor, con los ojos cerrados pasaban por mi mente las escenas de aquellos animales con sus descomunales miembros, eyaculando litros de semen que se recogían en recipientes que luego servirían para preñar hembras de su especie. Mi cuerpo se estremecía por la excitación y el deseo y mi verga se hinchaba como queriendo reventar. De manera inconsciente la acariciaba con mi mano por encima de la pantaloneta. De pronto, algunos gemidos llamaron mi atención y un poco sobresaltado abrí los ojos para encontrar una inesperada escena: cerca de mí había dos hombres desnudos, uno tras del otro penetrando rítmicamente su trasero, mientras un tercero, acurrucado junto a mí contemplaba con delicia mi erección y me dijo: si deseas, puedes vaciar tus cojones en mi boca. Creo que lo necesitas. Antes de que yo pudiera contestar nada, para mi sorpresa, el hombre ya tenía mi miembro en su puño y se disponía a meterlo en su boca. Aturdido, no atiné a reaccionar y al instante estaba envuelto en las deliciosas sensaciones de una extraordinaria mamada. Mientras tanto, de reojo pude observar como el hombre que estaba siendo penetrado, recibía en su boca los potentes chorros de semen de su violador, a la vez que lo tragaba con fruición, exprimiendo hasta la última gota de aquel suculento pene. Enseguida, el hombre que había sido penetrado, con su miembro muy erecto, se arrodilló tras del hombre que me la chupaba, para penetrarlo con el beneplácito de éste. Si pensarlo, ni quererlo, ni buscarlo, me encontré en medio d una orgía gay. Aquella escena aceleró mi excitación y exploté directo en la garganta de aquel hombre, quien, a pesar de haberse atragantado, siguió mamando hasta dejarme seco, exhausto y flácido. Entre tanto, el culiador aceleró el ritmo y el que estaba descansando se acercó para recibir de aquel toda la lechada en su boca, saboreándose de gusto. Después, recogieron sus cosas y se marcharon. Yo me quede un rato más pensando en lo sucedido y con la extraña curiosidad del goce de aquellos tipos tragando semen y siendo penetrados por el culo con gran placer, cuando no mostraban ninguna señal o indicio de ser homosexuales. Me dirigí a mi habitación. Aunque la tensión de mis huevos había disminuido, aquellas escenas habían mantenido viva mi arrechera. Pero ya no estaba pensando en una mujer para calmarla. Un extraño deseo me invadía y era probar aquello, pero no imaginaba buscando un hombre para fornicar. Por ahora, lo único que se me ocurrió, fue probar mi propio semen, así que me dispuse a masturbarme mientras pasaban por mi mente una y otra vez aquellas imágenes. Cuando finalmente eyaculé copiosamente, recogí todo aquel semen en mi mano, luego de un sorbo lo alojé en mi boca, sentí su temperatura, su textura, su sabor y finalmente lo tragué. Debo confesar que nunca imaginé que me pudiera gustar, pero fue una experiencia muy agradable que deseé repetir, pero recibiendo el semen de otro, directamente en mi boca. La sensación de ser penetrado analmente ya la había experimentado en cierta forma, porque mi novia solía hurgar mi culo con sus dedos mientras practicaba la felación, con lo cual lograba en mí orgasmos más intensos y eyaculaciones más abundantes, ya que a ella también le encantaba tragar mi semen. Pero ahora mi curiosidad era ser penetrado por un miembro real. Volví al sauna todos los días de esa semana, con la esperanza de volver a encontrar aquellos hombres y participar ampliamente de la orgía para saciar mi curiosidad. Pero nunca más aparecieron y yo no me sentía capaz de buscar compañía masculina para aquellos menesteres. Un día, en una de aquellas jornadas de trabajo en una finca bastante retirada de la ciudad, fue necesario quedarse a pernoctar en ella. La noche era calurosa, así que salí a caminar por los alrededores para refrescarme un poco. A mi mente venían los recuerdos de los animales apareándose y de la extraña orgía en la que sin querer participe, los extraños deseos que habían despertado en mi mente y las pocas probabilidades que veía de satisfacerlos. Pero reparando en el perro que caminaba a mi lado, con el que habíamos empatizado desde mi llegada a la finca y que voluntariamente me había seguido cuando salí a caminar, se me ocurrió una descabellada idea: y… ¿si probara satisfacer mi curiosidad no con un hombre, sino con un animal? El asunto tenía sus riesgos, pero la posibilidad de satisfacer mi deseo me animaba, así que fui imaginando lo que haría. Al regresar, me quedé fuera de la casa hasta que todos se fueron a descansar. Por fortuna, mi amigo canino se sentó a mi lado y me acompañó todo el tiempo; así que cuando calculé que nadie me vería, me dirigí a mi habitación invitando al perro a que me siguiera. No fue nada difícil. Una vez allí, con algo de dificultad, logré que subieraa la cama y comencé a acariciarlo para ganar más su confianza y ver si podía llegar hasta donde quería. Poco a poco fui recorriendo su cuerpo con caricias. Cuando llegué a su pecho y bajé a su barriga, me di cuenta que les encantan las caricias en esta zona, porque de inmediato se puso boca arriba abriendo sus patas para facilitar mi acción. Con mucho cuidado acerqué mi mano a su miembro, y aunque tuvo inicialmente un pequeño sobresalto, luego lo permitió sin problema. Así que empecé a acariciar la funda de su pene, hasta que después de un rato, comenzó a salir su verga delgada, roja y brillante. Poco a poco logré que salieran unos siete centímetros y sentí el impulso de ayudarme con la boca. Eso definitivamente sirvió. Con mayor celeridad su pene fue creciendo tanto a lo largo como a lo ancho, mientras lubricaba constantemente con un líquido transparente, resbaloso, algo salado, de gusto metálico, un sabor fuerte al principio al que me fui acostumbrando. Su excitación, como la mía, iban en aumento. Él se dejaba hacer con toda docilidad. Cuando empezó a crecer el nudoen la base de su miembro, supe que estaba próximo a eyacular, así que aceleré el bombeo con mi boca y me preparé para recibir su leche. Era muy caliente y tan abundante que no pude tragarla toda, ya que la presión de sus chorros hacía que escapara por la comisura de mis labios. Aunque atragantado, me esforcé por tragar tanto como me era posible. A pesar del ahogo, la experiencia fue muy excitante. Una vez retiré mi boca, el perro lamió su miembro hasta dejarlo limpio antes de que se retrajera nuevamente dentro de su capuchón. Mientras tanto yo me tendí en la cama mientras recuperaba mi ritmo respiratorio y me complacía recordando la experiencia. Reparé en mi verga que estaba tiesa y húmeda por la excitación. Ahora habría que probar la penetración. Me preocupaba que mi culo fiera muy estrecho para recibir aquel vergón tan grueso y definitivamente tendría que inventar algo para evitar que me metiera el nudo, porque aquello significaría quedar abotonados, lo cual podría ser extremadamente doloroso para mí. Decidí preparar mi culo para que se relajara y lograra una dilatación que hiciera más fácil e indolora la penetración. Así que me desnudé, me acosté boca arriba, levanté mis piernas y con la ayuda de mi líquido pre-seminal, empecé a acariciar, hurgar y dilatar mi ano rotando mis dedos cada vez más ampliamente, hasta que logré que cupieran cuatro de ellos. Entonces consideré que estaba lo suficientemente relajado y dilatado para metérmelo entero. Acaricié de nuevo al animal hasta lograr que su pene creciera a unos doce centímetros de largo y cuatro de ancho y me ubiqué a horcajadas sobre él para tener todo el control. Su abundante y permanente lubricación facilitaron la progresiva entrada, hasta que sentí que mis nalgas rozaban su panza. Entonces comencé a hacer movimientos de sube y baja lentos, mientras me acostumbraba y mitigaba el dolor que me producía, el cual fue desapareciendo poco a poco, convirtiéndose en excitación cada vez mayor, a la par que su miembro lograba mayores proporciones. Entonces aceleré el bombeo, cuidando con una de mis manos la profundidad de la penetración, para evitar que el nudo se formara dentro de mi culo. Cuando finalmente eyaculó, sentí los chorros de semen caliente en mis entrañas y la sensación fue tan excitante y placentera, que me disparó tan fuerte orgasmo que exploté en la eyaculación más copiosa que jamás hubiera tenido. Mantuve su penetración mientras me recuperaba de las contracciones del orgasmo y del desaliento posterior a la eyaculación. Sacarlo me produjo una dolorosa y al mismo tiempo deliciosa sensación. Mi culo quedó muy dilatado y el semen escurría por mis piernas. Caí tendido y exhausto sobre la cama. El perro, después de limpiar su miembro con su propia lengua, procedió a limpiar todo el semen que embadurnaba mis piernas y mi culo. Sus lengüetazos penetraban mi aún dilatado ano, generándome una muy placentera sensación. Finalmente lamió también el pequeño charco que mi semen había formado. Una vez me recuperé, saqué al perro de la habitación y me dispuse para un reparador sueño. La semana siguiente, el dolor de mi culo no me permitía estar sentado por mucho tiempo, y el recuerdo de aquella experiencia me obligaba a mantenerme parado, igual que mi verga. Aun no he tenido otra oportunidad, pero me gustaría repetir la experiencia.




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3128

Categoria
Confesiones

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