Mi suegrita de 79
( Relatos Sexo com Maduras )


Vivo desde hace dos años con una mujer divorciada, Vania ,sus hijos adolecentes y su madre de 79 años. Mi mujer Vania me preguntaba una y otra vez si su mama me gustaba pues decía que el llegar a su edad se parecería a su mama y quería saber si me iba a gustar de “viejita”. Elva es una mujer mayor, alta, delgada, de ojos claros, con muchas arrugas y un cuerpo que no deja de ocultar el paso del tiempo. Al principio Elva no me interesaba, una mujer tan mayor ... Pero la pregunta de Vania de si me gustaba su mamá me fue llevando a ver a Elva como mujer, a evaluarla como hembra, a mirar con cada vez mayor interés sus pechos, sus nalgas, sus ojos, sus labios. Me preguntaba cómo sería verla desnuda, tocarla, abrazarla. Fui aprovechando cada situación para tocarla. Abrazos largos en su cumpleaños, el dia de las madres, navidad, año nuevo. Cuando hacía el amor con Vania comencé a fantasear con que era a Elva a la que me follaba. Elva fue operada hace unos días de una hernia inguinal y yo amablemente me brindé a cuidarla ya que Vania y sus hijos se iban a trabajar y a estudiar de mañana mientras yo trabajo de tarde.   Propuse encargarme yo de hacerle curaciones en la mañana y fui curando su herida. Al tercer día me fui atreviendo y comencé a tocarle los muslos algo flácidos y Elva no decía nada. Y al otro día me atreví más y le toqué la zona del clítoris y sentí a mi suegrita excitándose y más excitado yo llegué a meterle un dedo. Le dije que me diga si quería que pare y ella me dijo “seguí no más Pedrito”. Al otro día le dije que le aplicaría una pomada sanadora entre las piernas ya que ahí se concentraban los nervios del dolor y que debía taparse la cara con una toalla para que se concentre en el fin del dolor. Elva abrió diligentemente las piernas, le apliqué un lubricante y jadeando de excitación perdí toda verguenza, me bajé el pantalon y apoyé mi pene suavemente en sus labios vaginales y tras unos segundo de frotar la penetré poquito. ¿está bien doña Elvita? le pregunté. “Muy bien”, contestó y esa fue mi luz verde para comenzar a meter y sacar mi pene de su vagina. La sentía estremecerse y me fui moviendo suavecito, suavecito. Elba comenzó a jadear suavemente y yo seguí metiendo y sacando suavemente pues temía hacerle doler. Ella temblaba, yo igual, gemía suavecito y yo presa de la lujuria aceleré mis embates, terminando dentro de ella. Que delicia, quien dijo que una mujer de 79 años no es deliciosa. Es una diosa!!!!! Luego me acosté a su lado y quedamos abrazados tiernamente largo rato. Nos nos dijimos nada. Al medio día al llegar Vania con el almuerzo yo me sentía un poco tenso y Elva me dijo “tranquilo Pedrito, no pasa nada”. A la pregunta de Vania a su mamá de cómo estaba, Elva respondió que no se había sentido tan bien desde hace muchos, muchos años, con una tierna ligera sonrisa. Esta noche escribo este relato excitado, quisiera ir en este momento a la habitación de Elvita a hacerle el amor, pero no puedo. Mañana si, mañana si ...


Comentarios


Me hiciste recordar las pichadas que tuve con mi suegrita, gozábamos a lo loco, me la comía o mejor dicho ella me comía con su panochita y su culito; las derramadas de mi semen dentro de ella jamás se me olvidarán; hoy en día es una viejita preciosa pero ya está muy viejita, tiene 88 años, te envidio porque sé la delicia que es que a uno se lo coma la suegra; creo que esa es una fantasía de las mujeres; comerse a los maridos de sus hijas.
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Las mujeres tienen siempre la fantasía de comerse a los maridos de sus hijas, es casi una competencia; cuando conocí a mi ex, su mamá me miraba con deseo, siempre que veíamos televisión se las arreglaba para cruzar sus piernas y dejarme ver sus calzones; tenía unas piernas preciosas y sabía que a mi me gustaba como hembra. Cuando iba a visitar a su hija, entraba al baño y siempre encontraba en el canasto de la ropa usada, los calzones de mi suegra encima de toda la ropa, para mi que siempre me los colocaba para que yo los viera; yo los cogía, los olía, sus jugos vaginales eran deliciosos, me los chupaba y me masturbaba con esos calzoncitos, se los dejaba bien untados con mi semen. Con el pasar del tiempo un día se comió mi pene con su vagina, que era chiquita, una rajita rosadita, estrechita y deliciosa; yo le metía mi lengua y la lubricaba con mi saliva, ella me bañaba en sus jugos, le deslizaba mi lengua al culito y se lo chupaba, lograba meterle mi lengua en su culito hasta la mitad, sentía su esfínter abrirse con mi lengua. le metía mi verga por ese culito y le bombeaba desesperado, ella bramaba de placer hasta que le vaciaba mi semen dentro de su culito, cuando le sacaba mi verga, descargaba el chorro de mi semen y hacía burbujas, eso me arrechaba tremendamente y le volvía a meter mi verga para derramarme de nuevo; fuimos muy felices en nuestros encuentros.
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