LA REGLA ME PONE CACHONDA
( Relatos Confesiones )


Me encontré esta parte de mi diario de hace algunos meses que hoy comparto con ustedes.

Hoy es sábado, medio día, y pronto me llegará la regla. Lo sé porque son los días en que me pongo muy sensible y extremadamente cachonda. La verdad no importaría, si Mauricio, mi novio, estuviera aquí y no se hubiera ido de viaje de trabajo. Por más que no sea así, lo imagino en la playa, con alguna chica guapa a lado, y eso me pone fatal.

Mientras estoy sentada en el wáter con el vestido levantado y la braga a medio muslo, me empieza a entrar un cosquilleo intenso en las entrañas y poco a poco mi corazón se acelera: estoy cachonda… ¡sumamente cachonda y sin tener con quien, entonces me pongo a llorar por esta excitación que me acelera el corazón! Y para acabarla de amolar, alguien toca insistentemente la puerta.

Abro. Ahí está Anselmo, un tipo feo que trabaja con Mauricio, tiene la cara picada por el acné, y es medio lerdo. Viene por unos documentos, que Mauricio me había encargado y a mí, claro, con las hormonas a punto de estallar, se me habían olvidado. Mientras los busco, observo a Anselmo y no me parece que esté tan mal: es alto, y tiene buenos músculos. La única explicación es que me va a bajar la regla, pues dos o tres días antes de que me llegue, la calentura se me sube y el cuerpo se me desborda en la urgencia, y aunado a que mi desfogue institucional se encuentra fuera ya hace varios días, mi urgencia de carne me pone toda loca.

En fin, me doy cuenta de lo grotesco que resulta que una chica saludable y tan suculenta como yo, se encuentre desesperadamente atraída, sexualmente, por un hombre, por un bicho, como Anselmo. Me apresuro a encontrar el documento. ¡Aquí está! Y en lugar de decirle a Anselmo, toma llévatelo, corre, pero largo de mi vista, le suelto un: ¿Quieres una copa de vino? Y el tonto, en lugar de responder: No, tengo que irme, no quiero nada contigo, sé que tienes novio y que te parezco repulsivo, contesta: Sí claro. Y lo peor, que en lugar de pasarle el vino y hacer que él lo abra, me pongo desesperadamente a abrirlo yo, y el tonto, en lugar de ayudarme, me contempla con la boca abierta y me suelta un: Está difícil verdad. No, no mucho, le contesto. 10 minutos después abro la botella.

Me acerco para servirle, su rodilla se mete entre mis piernas, y yo, muerta de deseo, me repito como un mantra que me ayude a exorcizar toda mi calentura: ¡Estoy cachonda, estoy cachonda, estoy cachonda!

Después de acabarnos la botella, Anselmo, se levanta y se despide. Me siento aliviada, he salido librada de lo que pude haberme arrepentido durante mucho tiempo. Mis nervios van regresando poco a poco. Entonces me percato que en la mesa siguen los documentos que Anselmo tenía que llevarse. Suena el timbre. Abro de golpe. Se me olvidaron… Callo a Anselmo con un prolongado y húmedo beso. Me hinco, le bajo el pantalón. ¡Por Dios! ¡Qué carne tan grande y maravillosa! Estoy cachonda me digo, y meto su enorme pene en mi boca.

Es una verga flácida, gruesa, caliente, que golpea mis mejillas por dentro. Su calor aumenta, mientras crece en mi interior. La saco, ha crecido, la beso y chupo con ganas, con deseo, con inaguantables urgencia. La hago crecer y la pongo a punto de estallar. Entonces Anselmo, más complacido que sorprendido, me sujeta de los cabellos y arremete con furia, me penetra la boca y su verga se estaciona en mi garganta a punto de ahogarme. Lo empujo, en otro momento lo hubiera corrido a golpes de la casa, pero ahora no puedo más que saltar sobre de él y tirarlo al suelo.

Me deshago de las bragas y me monto sobre su miembro grande y caliente. Entra de golpe y me hace gemir. Lo monto con impaciencia, como si no hubiera otro momento, como si mi cuerpo no aguantara más sin un pedazo de carne adentro. El lerdo de Anselmo revienta los botones de mi blusa, me levanta el sostén para amagar mis tetas y comprimirlas en sus manazas. Mis caderas se mueven con insistencia, logrando clavarme más a fondo la verga gruesa que me abre la vagina en dos. Anselmo me toma de las caderas y se masturba con todo mi cuerpo, haciéndome subir y bajar, consiguiendo que las paredes de mi sexo aprieten su pene mitológico y mi locura se desborde. Me tiene hecha un manojo de pasiones. Entonces su cuerpo se arquea y me obliga a recibir una oleada de semen en mi interior.

Descansamos. Él tendido en el piso, y yo acurrucada sobre su pecho enorme y velludo, acariciando sus pelos, y demasiado cansada para sentirme culpable. Siento como su pene se va desinflando en mi interior. Lo aprieto involuntariamente con mi vulva haciéndolo vibrar. Anselmo acaricia mi espalda. Sus manos me recorren de arriba abajo. Ahora sus dedos van por mis piernas y se meten debajo de mi falda para acariciar mis nalgas. Suspiro. Sus manotas apretujan mis nalgas y luego las acarician, apretujan y acarician, apretujan y acarician. Sus dedos recorren el monte de mis glúteos y se internan en el cañón que forma el culo. Recorren la línea divisoria de arriba abajo, topándose de vez en vez con el ojo del culo. Anselmo se remoja sus dedos con mis fluidos y acaricia la circunferencia de mi ano. Se abre camino e introduce su dedo, apenas un poco, haciéndome estremecer. Su dedo entra y sale de mi ano haciendo que mi excitación renazca y apriete con mi vagina su verga que nuevamente empieza a tomar furor.

Siento como su verga ha crecido. Como se eleva abriendo mis paredes. Anselmo me levanta, saca su pene de mi interior y me empieza a quitar las ropas. Me siento sucia al percibirme desnuda delante de él. Entonces el también se desnuda. Tiene buen cuerpo. Atletico, firme, unas piernas corpulentas y fuertes, un abdomen fornido y algo de pancita, su pecho y sus piernas parecen de oso, velludas. Sus caderas son recias y su pene, su hermoso pene, es grande, grueso, mucha carne que me pone torva la mirada. Me acerco a él y lo acaricio, acaricio su verga. Él me voltea sin esfuerzo y me dobla sobre la mesa. Entonces siento su enorme verga entrar por mi ojete. Abriéndose paso, destrozándome. Me duele, siento que me desgarro, pero me doy cuenta que estoy gozando y me vuelvo a repetir: Estoy cachonda.

Anselmo me toma de las caderas mientras con cierta furia que me resulta placentera, me ensarta sin piedad, rompiéndome en pedazos. Una mano se desplaza por mis tetas, mientras la otra juega con mi clítoris, haciéndome desvanecer. Nunca me había dejado en cular, nunca. Y hoy me está estrenando este hombre feo, por el cual sentía repugnancia y que ahora me hace sentir maravillosamente sucia. Maldita regla, maldita crisis premenstrual. Me pregunto si tendría que decirle a Mauricio como me pongo en estos días. Es hombre y seguro no se ha dado cuenta. Y mientras me vienen estos pensamientos Anselmo termina dentro de mí. Y sé que seguiré cachonda por lo menos hasta mañana, y agradezco que ha Mauricio todavía le falte una semana para regresar.




Escriba aquí su comentario sobre el relato:

Opps! Debes iniciar sesión para hacer comentarios.

Detalles



Nombre do Relato


Codigo do Relato
5268

Categoria
Confesiones

Fecha Envio


Votos
2