LA CARNE ES DÉBIL.
( Relatos Traiciones )


Quien dijo que “la carne es débil”, seguro se estaba justificando, pero también, estaba diciendo una gran verdad. Además es verdad que una cree que será fácil resistir y que el amor lo puede todo. Mentiras. También es verdad que suelo hablar en círculos y me cuesta ser directa. En fin, por esta ocasión lo intentare.

Emiliano y yo nos casamos hace un año, y hace poco menos de medio año que vivo sin él porque consiguió una beca para estudiar en Suecia, por supuesto que hablamos y nos comunicamos vía Skipe, pero no es lo mismo. Entretanto yo vivo en casa de sus padres; bueno, de su padre, Emiliano, igual que el hijo. Él es viudo y nos alojó con gusto mientras encontrábamos un lugar mejor.

Estar sin Emiliano, hijo, fue doloroso, en muchos aspectos. Pero el que más me afligía era el sexual. Me moría de ganas de tenerlo dentro, de tocar su carne, su cuerpo, de que me acariciara, me estrujara y me mordiera. Yo había quedado de verlo en Abril, y mientras esto llegaba, habíamos recurrido a las charlas por video, teníamos sesiones de video chat, pero la verdad, esto me dejaba más ansiosa. Estaba desesperada, creí que en cualquier momento podría engañarlo con algún desconocido, cualquiera de mis amigos o peor, cualquiera de los suyos.
Lo engañe, pero no por donde lo imaginaba.

Fue una noche después de tener una sesión placenteramente amarga con Emiliano. Me moje tremendamente usando mi mano y un dildo, lo vi chorrear la pantalla, y me sentí vacía y sola. Nos despedimos con las promesas de estar juntos y esperarnos, y la fidelidad eterna y otras paparruchadas.

Cuando salí del cuarto llevaba puesta una playera de los Lakers, llegue hasta el refrigerador y me preparé algo de cenar y me serví un poco de agua.

-        ¿No prefieres un poco de vino? Era Emiliano, padre, que me observaba desde el sillón, sentado cubriéndose apenas con una bata corta.
-        Creo que sí, gracias.

Me senté frente a él, en un lovesit, sin ser consciente, hasta hacerlo, de que no traía ropa intima. Y que le había dado por lo menos el gusto de un flashazo.

-        ¿Otra conversación con Emiliano?
-        Sí, señor.
-        No entiendo como los jóvenes pueden entretenerse así de lejos, en mis tiempos era mejor al natural.

Me daba la impresión de que hablaba de bulto, como si supiera más de lo que decía. Se levanto entonces, y se acercó a mí, me sirvió una copa y se sentó a mi lado. Le convide una mitad de sándwich.

-        Sé lo que es estar sólo, dijo. Lo que más me revienta es la carne, la carne, desde que murió Alicia, lo que más añoro son sus piernas. Firmes, suaves…

Mientras lo decía me coloco su mano fuerte sobre mi rodilla y comenzó a acariciarme el muslo, suave pero firme. Brindamos. Me contó algunas anécdotas sobre su matrimonio, algunas subidas de color. Nos acabamos la botella de vino y se ofreció a destapar otra.

-        Yo la traigo, propuse.

Me dirigí a un estante, y me estiré para alcanzar la botella, en ese momento fui consciente de que estaba dando todo un espectáculo.

-        Se me ve todo, ¿verdad?, pregunte sin atréveme a voltear, pero sin abandonar la posición.
-        S´, contesto él. Pero si te estiras más…
-        ¡Qué vergüenza!
-        ¡Vergüenza si no estuvieras tan bien! ¡Vamos ya casi alcanzas la botella!
-        No alcanzo sola.

Entonces se levantó y llego hasta donde estaba, me tomo por la cintura y me levanto. En cuanto sujeté la botella me bajo muy pegada a su cuerpo. Sentía su calor y como la desnudez de mis nalgas lo recorría. En cuanto estuve en el suelo fui consciente de que él, bajo la bata, tampoco traía nada. Tardamos en apartarnos. Nos dirigimos de nuevo al lovesit y él me sirvió vino. Ya no me importaba mostrarle mi desnudes, coloque impúdicamente un pie sobre el sillón, tocando su pierna y haciendo a un lado la bata para admirar su pene erecto.

Él, también sin pudor, acariciaba mi pierna llevando su mano hacia la entre pierna. Sentía como mi sexo se humedecía, como brotaba el jugo y me recorría parte del muslo y la nalga. Entonces su dedo pulgar se deslizo para acariciar suavemente mi vulva.
Su mirada estaba fija en mi mientras tomábamos y el jugueteaba con mi sexo.

Yo, por mi parte, acariciaba su pene con mi pie, sintiendo el calor que de él emanaba. Entonces sin más preámbulos, sin ponernos de acuerdo, dejamos que nuestras soledades dirigieran todo. Yo me acomode en cuatro patas sobre el sillón, y él hundió su nariz y su boca en mi sexo. Lengüeteando con fruición mi vulva, recorriendo mis labios con su lengua. Sentía los jugos caer de mi vagina, estaba verdaderamente goteando. No hablábamos, sólo dejábamos que los suspiros y los gemidos se comunicaran.

Su lengua jugueteaba en el interior de mi vagina y una de sus manos apretaba y pellizcaba mis nalgas con pasión desbordada, mientras su dedo pulgar se divertía el rededor de mi ano. Entonces lo sentí pararse. Me sujeto de las caderas y ensarto su verga larga y gruesa en mi húmeda vagina. Su cadera golpeaba con furor mis nalgas, mientras de rato en rato soltaba una fortísima nalgada en mi redondo trasero, provocando el aumento de mi brío. Mis caderas se movían con pasión y salacidad complaciente, apretando su pene con mis labios y acariciando con mi mano sus testículos.

Sus ataques eran más contundentes y rápidos, el ritmo nos desbordaba, entonces sentí como me apretaba contra sí y se arqueaba para alcanzarme. Después lo sentí reposar contra mi cuerpo. Su esperma brotaba de mi chocho, me llenaba de miel la entre pierna mientras me escurría. Emiliano se sentó a mi lado y yo hice lo que jamás había hecho con su hijo.
Me hinqué entre sus piernas, acariciando con mis tetas sus muslos y sus testículos, y haciendo a un lado mi cabello comencé a chupar vivazmente su pene, su verga llena de su miel y mi miel. La comencé a limpiar a lengüetazos, largos y suaves. Sentí que volvía a crecer a tomar la forma que en esos momentos quería. La acaricie con mis labios, con mi lengua. Recorrí el glande con deleite sintiendo su sabor y la consistencia de sus líquidos. Metí su verga en mi boca para hacerla crecer y crecer más, tomando apenas aliento hasta sentirla caliente y dispuesta. Entonces cuando sentí que estaba lista para otro ataque, me levante y me monte sobre ella, cabalgando a mi suegro, a mi ángel guardián, que me había dado asilo como su nuera y que ahora me alimentaba como mujer y acariciaba el interior de mi sexo.

Mientras cabalgaba extasiada en él, Emiliano magreaba de manera formidable mis tetas, estirando mis pezones hasta darme un poquito de dolor y deleite. Sentí como volvió a correrse en mi interior. Mientras yo me desbordaba de placer.
Después entro una llamada de Emiliano, hijo.

-        ¿Amor? ¿estás dormida?
-        A punto.
-        Sabes, me siento algo culpable contigo. Le voy a pedir a mi papá que te entretenga mientras no estoy. ¿Qué te parece?
-        Me encantaría. Seguro tu papá sabrá que hacer conmigo.
-        Ya me contarás, Buenas noches.

-        También para ti. ¿Crees que estarás listo para otra ronda, digamos en 10 minutos?
-        Dame 15. ¿Qué quería mi hijo?
-        Pedirte que me entretuvieras.
-        ¿Y cómo lo estoy haciendo?
-        Genial. ¿Otro poco de vino?

Foto 1 del Relato erotico: LA CARNE ES DÉBIL.




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Codigo do Relato
5464

Categoria
Traiciones

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