Un día follando con Juan (Ricitos de oro)
( Relatos Gay )


   Juan y yo, nos veíamos todos los días, y todos los días terminábamos follando entre ambos. Con él empecé a conocer la mayoría de los mariconcitos de nuestra edad que iban a ligar a los jardines de Méndez Núñez, muchos de ellos por no decir la mayoría, chaperos, ya que solían quedarse exhibiendo en una de las esquinas que hay entrando a los jardines, en espera de algún maduro que los invitara a subir al vehículo. También había quien venía andando y te llevaban a algún lugar apartado de los jardines, el más famoso era al que llamaban “urgencias”, que quedaba en un costado de los aseos públicos.

   Nos conocimos un día en la discoteca “Xornes” de La Coruña. Ese día no fue precisamente él el que me llamó la atención, fue su amigo José Antonio, tenía un culito de esos que te quitan el hipo.
   Estando, bailando en la pista, creo que sonaba la canción de Paloma San Basilio, Café para 2, no pude resistirme y le toqué el culo con mi mano. Ni se inmutó, por lo que más animado, volví a tocárselo, ahora con más descaro, vamos que le di una sobada a su culo con ganas. Se revolvió a la vez que se giraba para ver quien le estaba metiendo mano tan descaradamente, viendo que era yo, me echó una sonrisa, pero se alejó de donde yo estaba. Vamos que no me hizo ni puñetero caso. La verdad es que era demasiado guapo, no sé cómo hostias me había atrevido a tanto, yo que era un tímido y super vergonzoso, no me había podido resistir, teniendo que tocarle el culo a aquella preciosidad. Seríamos de la misma edad, 22 añitos, pero estaba claro que aquel bombón, iba a pasar de mí.

   Pero… lo que son las cosas, cuando ya no esperaba ligar con aquel jovencito, cuando salíamos de la discoteca, se acercó a mí, invitándome a ir con él y su amigo. Su amigo no era otro que, Juan (Ricitos de oro). Así fue como conocí a Juan.

   Ese día no hice nada con Juan, vino a la casa a donde nos llevó José Antonio, pero se fue a dormir a otra habitación. La casa al parecer era de los abuelos de José Antonio, estaba en la ciudad vieja, por supuesto ese día no estaban los abuelos, si mal no recuerdo, me había dicho que estaban pasando unos días en el pueblo; el pueblo era Cerceda; así que ese día solo follamos José Antonio y yo.
   Al levantarnos por la mañana, me despedí de José Antonio, diciéndome él que paraban en el bar Ibérico, en la calle de la Galera, que por allí los podría encontrar. Este bar quedaba justo en la esquina del callejón del cine Paris, justo enfrente al bar “la Bombilla”, y al 7 puertas. Por supuesto que ese mismo día por la tarde me dejé caer por dicho bar, y aunque al principio no los encontré, a eso de las 10 de la noche, nos cruzamos por la calle Real. Me vieron y sin pararse me echaron una sonrisa, siguiendo su camino, ellos iban hacia el cine Paris, y yo hacia los cantones. Así que suponiendo que irían al bar ibérico, en el siguiente callejón, me metí para la calle de la Galera, yendo yo también. Efectivamente allí estaban. Dios que ojos más bonitos tenía el cabrón de José Antonio, además de bonitos y buen tipo, el cabronazo se ponía ritmel en las pestañas, haciendo que resaltasen más sus bonitos ojos.
   Me saludaron, y poco a poco empezamos a entablar una amistad, amistad que terminó en empezar a salir Juan y yo. Al principio por quien estaba interesado era por José Antonio, pero este no quería nada, habíamos follado aquel día, y nada más. Si algún día se terciaba, volveríamos a follar, pero no quería enrollarse. Así que, sin pensarlo poco a poco, nos fuimos enrollando Juan y yo.

   Juan y yo, nos veíamos todos los días, y todos los días terminábamos follando entre ambos. Con él empecé a conocer la mayoría de los mariconcitos de nuestra edad que iban a ligar a los jardines de Méndez Núñez, muchos de ellos por no decir la mayoría, chaperos, ya que solían quedarse exhibiendo en una de las esquinas que hay entrando a los jardines, en espera de algún maduro que los invitara a subir al vehículo. También había quien venía andando y te llevaban a algún lugar apartado de los jardines, el más famoso era al que llamaban “urgencias”, que quedaba en un costado de los aseos públicos.

   Con él también empecé a conocer los lugares a donde ir a follar, desde los entornos a la torre de Hércules, punta Herminia, por donde ahora va el paseo marítimo, hasta lugares más alejados, como el Portiño o Bens, que era donde estaba y está el basurero de La Coruña. También otros lugares como la playa de Lazareto, donde había un camino que llevaba a un antiguo faro de entrada al puerto de La Coruña. Pero bueno, hoy voy a contar un día que fuimos a follar a Bens, cerca de donde estaba el basurero.

   Ese día como todos, habíamos quedado en vernos en el bar ibérico, allí era nuestro punto de encuentro diario, luego allí decidíamos a donde ir o que hacer. Ese día en concreto, habíamos ido al cine, ambos queríamos ver la película, Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, que se estaba estrenando. La ponían en versión original en el cine Valle-Inclán.
   Fuimos a la última función, pensando que como era un día de semana, no habría mucha gente, y joder aquello estaba a reventar, ni un triste sitio quedaba libre, por lo que no pudimos ni siquiera meternos mano.
   Cuando salimos del cine, ambos estábamos con un buen calentón, teníamos ganas de follar y no habíamos podido hacer nada de nada en el cine. Íbamos andando hacia los jardines de Méndez Núñez, yo había bajado el vehículo que hacía poco había comprado de segunda mano, dejándolo aparcado entre los jardines y el puerto. No solía bajarlo, pero aquel día no sé por qué, pero lo había traído. Así que, sin pensar otra cosa, íbamos a coger el vehículo y a ver a donde íbamos a follar

   Dimos antes una vuelta por los jardines a ver que ambiente había, pero como apenas había nadie, mientras nos íbamos metiendo mano y besando, fuimos hasta donde estaba aparcado el coche, montamos yendo a donde me decía Juan.

   Me había llevado, más bien indicado el camino, a Bens, era cerca de donde estaba el basurero. Antes de llegar a este, había una pista que iba a parar detrás de una especie de granja. Allí detrás de esa especie de granja, había un pequeño bosque donde poder aparcar el vehículo, sin que apenas fuese visto. Para ver el coche, había que meterse por aquel camino, sí o sí.

   Allí después de aparcar y apagar todas las luces del vehículo, nos pasamos para los asientos traseros.

   Empezamos metiéndonos mano y besando. Besarse con Juan, era y sigue siendo de las personas que más me excitaban, no se lo que tenía su boca y sobre todo su lengua, pero aquello era espectacular, siempre quedábamos con los labios hinchados y enrojecidos de tanto que nos besábamos y chupábamos.

   Mientras nos dábamos lengua, íbamos quitándonos la ropa uno al otro, hasta quedar desnudos por completo.

   Si yo estaba empalmado, Juan, no estaba menos, tenía una polla un poco más larga que la mía, Recta y bien formada, por supuesto ambos estábamos sin circuncidar. El prepucio ya dejaba asomar el glande sonrosado e hinchado, empezando a salirnos líquido preseminal, pringando la cabeza de nuestras pollas.

   Después de la sesión de besos y comida de boca que nos habíamos dado, Empezamos con un rico 69. Yo me puse por encima, quedando Juan abajo, empezando a saborear nuestras pollas.

   Mientras yo succionaba el glande a Juan, este empezaba a morderme el perineo y parte de atrás de los huevos, era algo que Juan, sabía que me gustaba. Me hacía estremecer haciendo que soltara gemidos, haciendo que yo succionara con más ganas su polla. Era algo que me volvía y sigue volviéndome loco. Ese punto, junto a los mordiscos en el cuello y nuca, son los lugares más sensibles de mi cuerpo, me hacen gemir y retorcer como una putita.

   ¡Ohhh! ¡ooohhh ohhh! Empecé a gemir mientras me retorcía, teniendo que dejar de chupar la polla a Juan. Para para, le pedía, me vas a hacer correr. Pero el cabrón no paraba, el cabrón por encima empezó a meterme un dedo por el culo, haciendo que mis gemidos aumentaran.

   Después de dejarme a punto de eyacular, nos sentamos en el asiento, poniéndose él a horcajadas sobre mí. Mientras nos besábamos de nuevo, Juan, empezó a prepararse su culito, metía sus dedos en mi boca, llevándolos luego a su hoyito, lubricando y dilatando su entrada.

   Después de Lubricar y dilatarse el culo, mientras nos seguíamos comiendo la boca, cogió mi polla con su mano, la colocó en la entrada a su agujerito, y mientras se iba sentando sobre mi regazo, se iba introduciendo mi polla en el culo.
   ¡Ohhh! ¡ooohhh! ¡ooohhh ohhh! Gemía introduciéndose mi polla en el culo.

   Empezó a cabalgar sobre mi polla, mientras seguíamos besándonos. Tenía un culito más tragón que el mío. Mis huevos pegaban en la entrada a su ano cada vez que mi polla entraba por completo en su culo, se abrazaba a mí comiéndonos ambos la boca, nos mordíamos los labios, metíamos la lengua succionándola uno al otro, mientras él cabalgaba como un poseso introduciéndose mi polla en el culo. Era un ritmo infernal el que llevábamos, el vehículo se movía dando botes en aquel pequeño bosque donde habíamos aparcado para follar. Si llega a haber gente, podrían ver no solo a 2 jovencitos follando dentro del coche, verían como este se movía al ritmo de la enculada que le estaba dando a Juan.

   Con aquel ritmo infernal, era seguro que yo no iba poder aguantar mucho, y como sucedía todos los días que nos follábamos mutuamente, yo empecé a gritar que me corría.

   ¡Me corro! ¡me corro! ¡me corro! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! ¡ooohhh ohhh que gusto! Gritaba yo, derramando toda mi leche dentro de su culo.

   Después de haber eyaculado dejándolo preñado con mi lechita, jadeando y sudando como estábamos, seguimos abrazados uno al otro, siguiendo con nuestros besos y comida de boca.

   Yo sabía que ahora Juan iba a querer correrse, y como hacíamos todos los días, era la hora de que él, me sodomizara a mí.
   Ese día iba a darme por el culo, colocándome como si fuese un pollito asado, se bajó de mi regazo donde estaba sentado a horcajadas sobre mí, y abriéndome las piernas, elevó estas poniéndolas sobre los asientos delanteros, quedándose él en medio. Tiró de mis caderas hacia él, y mientras hacía que mi hoyito quedase totalmente expuesto, metió sus dedos en su culo, sacándolos todos pringados de mi reciente corrida, los llevó luego a mi hoyito, donde los pasó lubricando mi entrada con el mismo esperma con que yo lo había preñado hacía unos minutos.

   ¡Ohhh! Gemí al notar como pasaba sus dedos por mi agujerito, ¡ooohhh! Volví a gemir al notar como estos abrían mi esfínter dilatándolo a la vez que me lubricaba con mi mismo esperma.

   Cuando ya me tuvo preparado, colocó la punta de su polla sobre la entrada de mi hoyito, e inclinándose sobre mí, fue metiendo toda su polla dentro de mi culito.

   ¡Ohhh! ¡ooohhh! ¡ooohhh ohhh! Gritaba yo, mientras Juan se introducía en mí, empezando a sodomizarme.

   Si el ritmo de la follada que le había dado yo era infernal, esta enculada que me estaba dando, no era menor. Me daba por el culo con todas sus ganas, metía y sacaba, metía y sacaba su polla en mi culo, a un ritmo endiablado.

   Solo se escuchaba el rechinar del vehículo, nuestros gemidos y el plof plof plof plof, del golpeteo de su pelvis chocando con mi culo mientras me follaba.

   Yo no paraba de gimotear, los 2 estábamos sudando por todo el cuerpo. Yo me sujetaba a él, tirando de él hacia mí, quería sentirlo pegado a mí, necesitaba aquella polla metida en lo más profundo de mis entrañas. En esos momentos solo pensaba en lo que me estaba haciendo gozar, necesitaba sentir su lengua en mi boca, quería succionarla y comerlo a besos mientras me daba por el culo.

   No tardó mucho Juan en empezar a profundizar con sus penetraciones, ahora las embestidas que me daba eran mucho más rápidas y profundas. Su respiración se empezaba a agitar, y pronto empezaría a gritar, llenándome el culo con su leche, ¡ooohhh ohhh! ¡ooohhh ohhh! Gritaba eyaculando dentro de mi culo.
   Sin sacarme la polla del culo, llevó su boca a la mía, y mientras su polla iba escurriendo dentro mía las últimas gotas de esperma, nos comíamos la boca con lujuria y desesperación.

   Habíamos quedado los 2 exhaustos, sudábamos como si el vehículo fuese una sauna, pero allí seguíamos abrazados uno a otro, besándonos.

   Así seguimos durante un largo rato, besándonos y acariciándonos mutuamente, mientras seguíamos sentados en el asiento trasero del vehículo, desnudos como Dios nos trajo al mundo.

   Buscamos el tabaco entre nuestras ropas, poniéndonos a fumar un cigarrillo, mientras nos íbamos reponiendo de la follada que nos diéramos mutuamente.

   Estando así, Juan no paraba de acariciar y menear mi polla, la cabrona no sé cómo hostias podía aguantar tanto, ya volvía a estar empalmada, eso que follábamos todos los días, incluso hubo días de echar 2 polvos, y la cabrona volvía a estar empinada. Para para, le pedía yo a Juan, me vas a hacer correr de nuevo, pero el muy cabrón, ni puñetero caso me hizo, siguió meneándome la polla, hasta que me hizo correr de nuevo. No hizo más que empezar a morderme el cuello mientras me meneaba la polla, y en segundos empecé a correrme.
   ¡Ohhh! Me corro, me corro, gritaba derramando toda la leche sobre nuestros cuerpos desnudos.

   No llevábamos ni 2 minutos de mi última corrida, cuando de repente se empezó a escuchar unos ruidos de vehículos, iban a gran velocidad, al menos por el ruido que se escuchaba. Parecía una competición, hasta que se oyeron disparos. Nos miramos a la cara con sorpresa, Exclamando, ¡son tiros! Efectivamente aquello eran tiros. Pero como podía ser, si por allí los ruidos que se escuchaban era el del paso de los camiones de la recogida de basuras. Pues así era, no cabía lugar a duda alguna, aquello parecía una persecución.
   Como si tuviéramos un resorte en el culo, nos empezamos a vestir a toda prisa, y sin terminar de colocarnos la ropa, nos pasamos para los asientos delanteros, poniendo el vehículo en marcha, saliendo escopeteados de allí.

   Cuando ya dimos salido al polígono industrial de la Grela, parándonos cerca de la entrada a la refinería, terminamos de vestirnos, marchándonos luego para casa. Menudo susto que habíamos llevado, menuda faena que hubiese sido que nos pillaran desnudos follando dentro del coche, en medio de una reyerta de bandas o persecución de la policía   

   Aquella noche nos cortaron la sesión de sexo que estábamos teniendo Juan y yo, no nos había quedado el cuerpo para seguir, aún teníamos el susto metido en el cuerpo. Pero bueno, al día siguiente seguro que tendríamos otra buena sesión de sexo. Aquella fue la época de mi vida que más folle y me follaron. No se como nuestros cuerpos podían con tanta follada, es que no había día que nos folláramos mutuamente una o varias veces. Yo que estaba acostumbrado a una o dos folladas como mucho a la semana, de pronto estaba follando en un día, lo que solía hacer en una semana, y en ocasiones incluso más.
   Hay otras como la vez que fuimos a Oviedo, iba por motivos laborales, donde dormimos juntos en una pensión, y por supuesto donde también ese día follamos, no nos importó si se escuchaba o no el ruido del somier y el golpeteo de la cama contra la pared, en aquellos momentos éramos felices y nada nos importaba a mi paraca favorito y yo, sí, digo paracas, porque él había hecho el servicio militar en Murcia, de paracaidista.

Este es un relato de cómo solían ser las folladas con Juan, “ricitos de oro”, que durante unos meses fuimos compañeros. Por supuesto se lo dedico a él, en recuerdo de nuestra amistad, por desgracia y cosas de la vida, no he vuelto a saber más de él. Desde que se fue a vivir a Madrid, solo durante unos meses tuve noticias de él, era por mediación de un amigo; Blanquita le llamaban, aunque se llamaba José; con el que se comunicaba en ocasiones, luego me llegaron noticias de que se había ido a vivir con un maduro a la zona de Valencia, hasta que perdí todo contacto con él y con Blanquita.
   Que sepas, Juan, que siempre te recuerdo, estás en mi corazón y mis recuerdos, fueron muy buenos momentos los que pasamos juntos. Por no ser valiente como fuiste tú, yo me quedé en La Coruña, tuve miedo y no me fui contigo, no sé lo que hubiese sido de nosotros, pero ya ves, si algún día lees este relato, que sepas que yo sigo aquí, que no te he olvidado.




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